Friday, March 4, 2011

SEXOLOGIA

SEXOLOGIA


PREGUNTAS HABITUALES ACERCA DEL SEXO
¿A qué edad se empieza a practicar el sexo?
Depende de las características de la sociedad en que uno se mueva, y de su entorno personal. El "juego sexual" en niños suele aparecer alrededor de los cinco años, y hacia los once, casi la mitad de niñas y niños han tenido alguna experiencia en jugar a médicos, o a papás y mamás.
La masturbación es practicada por más del 90 por ciento de varones, en mayor o menor grado, a partir de los 9-10 años. Las mujeres se masturban menos (entre un 65 y 70 por ciento), pero también empiezan a esta edad, por regla general.
Las relaciones de pareja, con o sin penetración, empiezan cada vez a más temprana edad. Conviene aleccionar a los jóvenes a partir de los 13 - 14 años, para evitar sorpresas desagradables.
¿Cuál es la frecuencia adecuada?
La que marque la edad y las ganas de cada cual. Las mujeres suelen quedar satisfechas con uno o dos orgasmos semanales, en tanto que muchos varones suspiran por más de tres. No hay reglas. Desde un orgasmo o más al día, hasta dos o tres al año, pueden ser suficientes si el protagonista así lo considera.
La edad en que el hombre es más potente, y consigue el máximo de orgasmos, viene a estar entre los 15 y los 25 años. Las mujeres empiezan y acaban más tarde: la plenitud de vida sexual en mujeres se acrecienta entre los 35 y los 50 años. Esa es la edad en que las mujeres pueden buscar amantes jóvenes, que encajan mejor con sus renovados arrebatos. En cambio, los hombres de más de 40 años (no digamos de más de 50 y de 60) buscan amantes más jovencitas, que encajarán mejor con su incipiente decrepitud en cuanto a ganas de jaleo (aparte de resultar más vistosas como signos de prestigio social).
¿Es fácil el orgasmo simultáneo?
No es fácil, y resulta bastante engorroso. Se convierte la relación sexual en una especie de competición gimnástica.
Es posible que haya parejas que sincronicen perfectamente sus orgasmos. Hay gente para todo. Pero en la mayor parte de las parejas resulta un modo de exigencia que puede causar más preocupación que otra cosa.
Tenga cada cual su orgasmo, antes o después, y aquí paz y después gloria.
¿Qué debo hacer si solamente tengo orgasmos cuando me acarician, o me acaricio, el clítoris?
Como dice Pierre Louys en el "Manual de educación para señoritas", dar gracias a Dios por haberlo creado.
No eres extraña ni anormal si solamente tienes orgasmos acariciando el clítoris (o cualquier aposento de la plataforma orgásmica). Para esto están.
Pero el acto sexual es lo más normal, ¿o no?
Digamos que es lo que tiene mejor marketing. Pero, en el fondo, es más difícil para la mujer tener orgasmos con el acto sexual que con cualquier otra fórmula. Y más cansado. Y de más riesgo.
El preservativo me quita placer
A ti, y a mucha gente. Pero es imprescindible cuando se quieren evitar riesgos. Resignación.
Una alternativa: practicar el peeting (sin contactos bucogenitales si lo que se trata es de evitar riesgos de contagio) y la masturbación mutua.
¿Son adecuados los contactos bucogenitales, el sexo oral?
Si la gente se lava bien antes, y no hay riesgo de contagio en cuanto a enfermedades, no hay nada en contra. Hay personas que lo consideran divertido. Otros, una cochinería. Las parejas deben negociar estos contactos, y adaptarse con el máximo respeto a las ideas del otro.
¿La edad es importante?
Sobre todo en el varón, pues con la edad aumenta el periodo refractario. Un joven de veinte años puede tener varios orgasmos en un día, con toda tranquilidad. El periodo refractario no excede algunos minutos. A los sesenta años... puede durar varios días. Hay muchas diferencias individuales.
Lo importante es mantener una actividad sexual continuada, adaptada a los deseos de ambos miembros de la pareja.
¿Y la menopausia?
No debería ser impedimento. La excitación sexual de la mujer no depende de la secreción de hormonas femeninas, sino de aspectos psicológicos. En algunas mujeres la menopausia añade tranquilidad (ya no existe riesgo de embarazo). En otras, significa una frustración porque creen que "dejan de ser mujeres". Ello es debido a la sobrevaloración del papel de "maternidad" aplicado a las mujeres en ciertos ambientes sociales. Cuando las niñas tienen la regla se les dice "ya eres mujer" (antes ¿qué eran?). Cuando la regla les abandona pueden pensar que su papel se devalúa.
¿Y en la tercera edad?
Más de lo mismo. La mujer no pierde capacidad para tener orgasmos, y nunca, nunca, tiene periodo refractario. El hombre disminuye la frecuencia de sus orgasmos, y también percibe que necesita más tiempo para conseguir erecciones, o que estas no son tan llamativas, o que tarda más en eyacular, o que acaba más cansado. Se trata de tener en cuenta estas variaciones, aceptarlas, y actuar en consecuencia.
¿Cuál es el papel de las hormonas?
Las hormonas juegan un cierto papel, aunque no tan preponderante como en los animales. Las hormonas masculinas tienen efecto estimulante, tanto en hombres como en mujeres. Las mujeres segregan una pequeña parte de hormonas masculinas en sus glándulas suprarrenales.
Las hormonas femeninas no tienen efectos claros sobre el deseo sexual.
Los hombres castrados, si antes eran heterosexuales, siguen siéndolo después de la castración. Los eunucos de los harenes, a pesar de haber sufrido la emasculación completa (les cortaban los testículos y el pene) pueden tener relaciones sexuales (a base de caricias) con mujeres, y muchos de ellos, la mayoría, son heterosexuales aún en ausencia de hormona masculina.
A veces se propone castrar a los violadores de niñas (lo proponen ellos mismos en alguna que otra ocasión) para evitar males. Lo cierto es que se les debería cortar, además de los testículos y el pene, la lengua, los brazos y las piernas... y ni aun así yo dejaría a una hija mía en sus proximidades.
Las drogas ¿afectan la sexualidad?
Muchas de ellas sí. La mayor parte de sustancias, desgraciadamente, inhiben más que incrementan la excitación erótica:
• Alcohol, barbituricos, hipnóticos, tranquilizantes. En general son depresores del cerebro, por lo que inhiben el comportamiento sexual. A dosis relativamente bajas (o en personas muy "colgadas" que se acostumbran progresivamente a dosis más altas) pueden crear un estado de atontamiento y desinhibición, que desata más sus instintos durante un tiempo limitado. Si las dosis aumentan, la gente se duerme.
• Marihuana y similares. Alucinógenos tipo LSD ("tripis"). Depende de cada cual, y de su forma de percibir la experiencia alucinatoria. No son estimulantes sexuales de por sí.
• Excitantes: amfetaminas ("speed"), éxtasis, cocaína. Son estimulantes cerebrales. Si la persona, bajo sus efectos, mantiene conductas sexuales, las vive con mayor excitación (igual que está más excitada si, bajo sus efectos, conduce, baila o hace footing). A pesar del predicamento que tiene el "éxtasis" como droga afrodisíaca, lo cierto es que se trata, simplemente, de un excitante de todo el sistema nervioso, y sumamente peligroso (como todas las sustancias de ese grupo).
• "Afrodisíacos": Nitrito de amilo (en esprays), cantárida (en polvo o en líquido). Se venden en algunos sex-shops, a pesar de ser sustancias muy peligrosas. Su acción es la de dilatar los vasos sanguíneos o la de irritar el pene, con lo que podrían favorecer la erección. No son estimulantes sexuales, digan lo que digan los prospectos. De vez en cuando, algún usuario del nitrito de amilo, que inhala el espray durante el orgasmo, culmina el acto con un gallardo infarto de miocardio que le deja seco en el sitio, no siempre en posición airosa.
o Afrodisíacos, lo que se dice afrodisíacos, no hay. El gin-seng, por ejemplo, no es más excitante sexual que la tila. El mejor afrodisíaco, al fin y al cabo, es estar enamorado.
• Medicamentos. Algunos de ellos inhiben la excitación. Muchos antidepresivos entran en este grupo. De todas formas, quien sufre una depresión, grave o leve, ya suele estar más bien debilitado en cuanto a sexo. Hay medicamentos para la presión arterial que dificultan la erección o que quitan las ganas. Lo mismo cabe decir de los tranquilizantes. Lo prudente en estos casos, es consultar al médico.
¿Cuáles son los mejores métodos anticonceptivos?
El método anticonceptivo mejor es uno de los dos que propone el Vaticano: la abstinencia completa (100 % de éxitos). El peor, es el otro que propone el Vaticano: el método Ogino, que consiste en fornicar únicamente los días del ciclo en que la mujer es infértil (más del 50 % de fallos, algo así como tirar una moneda al aire).
Habida cuenta de que la abstinencia absoluta no es bien aceptada por todos, os daré una adaptación que se me ha ocurrido, y que es tan eficaz como aquélla. No creo que en el Vaticano lleguen a recomendarla (por ahora) pero, aparte de eficaz, puede ser sumamente divertida: abstinencia absoluta, pero sólo del acto sexual (todo lo demás vale, y el orgasmo se coloca por encima de cualquier otra finalidad). Pueden aplicarla sin reservas los no creyentes.
¿Está de moda el llamado síndrome de inhibición del deseo sexual?
Depende de lo que usted considere que quiere decir "estar de moda". El síndrome de inhibición del deseo sexual (para abreviar lo llamaremos SIDS) es la consecuencia ineludible de cualquier situación de deterioro en las relaciones de la pareja. Cualquier problema entre los miembros de una pareja, acaba reflejándose en dificultades de entendimiento sexual. A la larga, si el sexo no resulta satisfactorio ni agradable, es probable que uno acabe desinteresándose.
A veces no es global, sino selectivo (SIDS relativo únicamente al cónyuge).





Sexo en la actualidad

Una pareja llega a mi consulta. Vienen para asesorarse acerca de un problema sexual. A Julia (26 años, cultura media) le es imposible tener orgasmos durante el acto sexual. Se cree frígida. Néstor (28 años, cultura universitaria) también cree que su mujer se ha vuelto frígida. Durante el noviazgo no habían mantenido relaciones sexuales completas, pero sí caricias íntimas. En esa época, la chica alcanzaba el orgasmo, bien por las caricias íntimas, bien apretándose fuertemente contra el cuerpo de su compañero mientras se abrazaban y besaban. Desde que se casaron (hace un año) las relaciones consisten en "hacer el amor", o sea, realizar el acto sexual. Desde entonces Julia no ha conseguido ningún orgasmo durante la introducción del pene. Sí que los consigue, algunas veces, si Néstor le hace caricias íntimas, pero tanto él como ella no consideran normal la ausencia de orgasmo durante el acto sexual, y creen que el orgasmo mediante caricias no es "normal del todo".
He aquí un "problema" frecuente en nuestra consulta: una insatisfacción en cuanto a las relaciones sexuales, simplemente por mala información acerca de la realidad sexual.
La verdad es que el orgasmo "normal" en la mujer, es el que se consigue mediante caricias en la zona que llamamos "plataforma orgásmica" (clítoris, capuchón del clítoris, labios menores) cuya localización exponemos en las gráficas del capítulo siguiente. El orgasmo mediante el acto sexual es más difícil de conseguir (la vagina no tiene sensibilidad para producir placer), y requiere un aprendizaje o adaptación de la pareja. Lo explicaremos en el capítulo correspondiente.
Cuando seguimos hablando con Julia y Néstor, descubrimos que una cosa que les preocupa mucho es que, en las películas eróticas y pornográficas que ven en video, las mujeres parecen gozar (y lo exteriorizan con gritos, sollozos y contorsiones) apenas les tocan la punta del pezón. Y que, durante los actos sexuales, prodigan gemidos, gruñidos y ronroneos, cuando no aullidos, demostrativos de profusión de orgasmos espasmódicos. Los varones, en dichas películas, suelen ostentar penes ampulosos y llamativos, contundentes en cuanto a su firmeza y pródigos en larguezas y contornos.
Un fastidio para los pobres espectadores que no pueden evitar la comparación mental con sus propios pertrechos, no siempre tan interesantes de cara a su exposición pública o privada. El español medio hace uso del sabio dicho "pequeña pero juguetona", si bien, en el fondo de sus fondos, no acaba de estar convencido del todo.
Las películas eróticas o pornográficas no son un modelo adecuado para obtener ideas realistas acerca del sexo. Los artistas son elegidos entre superdotados (en lo que a penes se refiere) y las artistas simulan más placer del que realmente tienen, porque así lo exige el guión.
Lo mismo cabe decir de las experiencias con prostitutas, que son una de las formas más comunes de introducirse en el mundo de la relación sexual para muchos varones celtibéricos. Cuando uno paga, recibe a cambio unas prestaciones adecuadas. Si paga mucho, accede a tener relaciones con bellezas que ni soñaría conquistar por la cara, y que, además, durante las concomitancias, prodigan aspavientos y arrumacos que simulan reacciones de placer intenso. Cuando el varón pregunta aquello de "¿Has gozado, vida?", la prostituta contesta algo así como "Follas como un dios romano", con lo que el cliente, orgulloso y celestial, suelta más mosca de la acordada.
Lo más probable es que la prostituta no haya sentido ni cosquillas, pero el cliente sale de allí pensando que él es un atleta genital y que "eso es una mujer y no la bicicleta que tengo en casa". Si pagase a su esposa diez mil pesetas por cada eyaculación mas o menos precoz que le endilga, es probable que ella también aprendiese a poner cara de pasmo y a tronar de gozo durante el irrisorio cumplimiento. Por un poco más, llegaría a felicitarle efusivamente por el garbo y la donosura que exhiben sus colgajos, y por la carga erótica de su mal aliento.
Cómico, ¿verdad? Pues tan cierto como la vida misma. La visión de películas eróticas, la contemplación (no me atrevo a decir lectura) de revistas sicalípticas y el acceso a prostitutas, son los medios más frecuentes, para los varones patrios, en cuanto a aprender comportamientos sexuales.
¿Y las mujeres? Ellas son más dadas a buscar libros más o menos serios, pero no es raro que acaben hechas un lío cuando comprueban que la mayor parte de los maridos piden, exigen o exponen comportamientos que los libros no prevén.
En mis cursos sobre sexualidad, una de las partes más bien recibida es la concerniente a diferencias entre el comportamiento sexual de hombres y mujeres. Insistiremos sobre ello en este libro, así como en las pautas de "normalidad" que, esperamos, harán comprender a gran cantidad de mujeres (y de hombres) que son perfectamente normales, aunque no exhiban orgasmos espontáneos o penes gigantescos y lustrosos.





¿Cómo es la respuesta sexual del varón?

Nos referiremos a varones y mujeres en nuestro medio y en nuestra cultura (sociedad española, cultura occidental).
El pene es el elemento más aparatoso de los genitales del varón. Está relleno de una tupida red de vasos sanguíneos, los cuales, al llenarse de sangre a presión, provocan la erección: lo que vulgarmente se llama "levantarse" o "empinarse".
Tamaño del pene
A pesar de que suele tratarse de una de las preocupaciones máximas del varón, el tamaño del pene es bastante irrelevante en cuanto a dar u obtener placer.
El tamaño del pene en flaccidez (o sea: arrugado) oscila entre 3 y 10 centímetros, según personas. Tan normal es el pene de 3 centímetros como el de 10. Pasa algo así como en la estatura, que puede oscilar entre poco menos de un metro y medio hasta los más de dos metros de los jugadores de baloncesto.
El tamaño del pene en erección (o sea, tieso) oscila entre 8 y 25 o más centímetros. La media está alrededor de 13 centímetros. No hay relación entre el tamaño de un pene flácido y el mismo pene enhiesto. Un modesto pene de 3 centímetros en flojedad, puede pasar a veinte centímetros en estado de euforia. De la misma forma que un prometedor pene de 10 centímetros en posición de descanso, puede no sobrepasar los 15 en posición de firmes.
Cada cual debe conformarse con lo que tiene, aunque últimamente se anuncian cirujanos plásticos con capacidad para alargar unos tres centímetros cualquier pene poco airoso. La verdad es que no vale la pena. Cualquier tamaño de pene se ajusta bien a cualquier vagina. Como veremos más adelante, la vagina se "aprieta" para adaptarse al tamaño de lo que se le ofrece. Ni un pene grande pasará apuros (recordemos que por ahí debe pasar la cabeza de un niño), en tanto que un pene modesto sentirá como la vagina correspondiente se amolda a sus dimensiones durante la realización del acto sexual.
Los seguidores de videos pornográficos habrán podido admirar penes ciclópeos, de hasta 80 centímetros de eslora (según rezan las carátulas). Tales larguezas son espectaculares para su exhibición visual, pero altamente fastidiosas a la hora de ponerlas a trabajar. No digamos, si su poseedor aqueja alguna que otra erección espontánea. Por ejemplo, con el traqueteo de un trayecto de autobús. Puede ser motivo de perplejidad, cuando no de escándalo, si el desmesurado artilugio se empeña en asomar cabeza por el cuello de la camisa.
La respuesta sexual del varón
El hombre suele tener una respuesta sexual fácil. Sea por naturaleza, o por cultura, siempre ha estado mejor aceptada la respuesta sexual de los hombres ("ya se sabe") que la de las mujeres. En un delicioso libro del Dr. Santiago Dexeus, editado (rigurosamente para médicos) en la década de los sesenta, cuyo título era "La frigidez femenina", aparecía la entrañable frase de una abuela a su nieta, el día de la boda: "A ti esto no te va a gustar. Pero si te gusta... ¡disimula!".
Era doctrina habitual adiestrar a nuestras madres acerca de que "el placer sexual solamente lo sienten las mujeres ligeras de cascos, o sea, putas".
Con los hombres existía, y existe, una mayor liberalidad. Se admite que un hombre tenga "aventuras", pero se le juzgará como "manso" y "cornudo" si quien las tiene es su esposa (que, por otra parte, será calificada como "pingo" o cosas peores). Si un hombre va de putas con frecuencia, se le etiquetará de "putero", expresión más cariñosa que despreciativa. Algunos presumen de ello. Un personaje de novela (Las Hermanas Coloradas, de García Pavón, premio Nadal) blasonaba con orgullo: "Aquí donde me ve, yo soy muy putero".
En los libros sociológicos sobre el sexo aparece el dato de que el 90 por ciento de los varones se masturba, en tanto que es menor el número de mujeres que lo hace (alrededor del 66 por ciento).
El hombre reacciona sexualmente con viveza, rapidez, y pocas contemplaciones. No necesita grandes estímulos psicológicos. Prefiere los estímulos claramente sexuales. La visión de una mujer empelotada (para un varón heterosexual) suele ser fuente de excitación, aunque la mujer no sea totalmente de su agrado. Mientras no sea repulsiva, basta. Una mujer, en cambio, necesitaría estímulos psicológicos (lo veremos más adelante).
Cuando alguna de mis consultantes me pregunta algo así como "¿Qué puedo hacer para interesar sexualmente a un hombre?" mi respuesta es obvia, y un poco cruda: "Colócate a su lado, mírale con una sonrisa pícara, y coloca tu mano dominante sobre su bragueta. Verás (y tocarás) qué pronto se interesa." Uno de los más brillantes escritores pornográficos de finales del siglo pasado, el belga Pierre Louys escribe en su venenoso "Manual de educación para señoritas": "Si quieres seducir a un hombre, coloca un grano de azúcar en la punta de su pene, y chupa cuidadosamente hasta derretirlo." Pocos hombres se resisten a este tipo de sutilezas.
El hombre mejora su estado de ánimo cuando se excita sexualmente. A menos que esté con una grave depresión mejora su humor en el momento en que advierte la posibilidad de un contacto sexual. De ahí que, en la vida de pareja, intente acabar las discusiones y disputas con un lance de cama. Lo cual suele irritar a su oponente femenino, para quien la excitación es imposible si el estado de humor no es perfecto.
Fases de la respuesta
Estudiaremos las fases de la respuesta sexual del hombre.
Fase de excitación
Cuando el hombre se encuentra ante un estímulo sexual, rápidamente se excita. Bien sea en solitario o en compañía, con estímulos de pensamiento, visuales, o táctiles, la excitación aparece en pocos segundos. En su cuerpo se producen una serie de cambios. El más evidente es la erección del pene, pero no es el único. Aparecen contracciones musculares en las zonas adyacentes a los genitales, algunas de ellas voluntarias y otras involuntarias. Los testículos van hacia arriba, al tiempo que se engruesa la piel de la bolsa que los recubre (el escroto). Empieza también a acelerarse el ritmo cardíaco y a elevarse la presión arterial.
Esta fase puede alargarse, mientras no se produzcan caricias directas sobre el pene. Cuando éste es sometido a las pertinentes presiones, sacudidas y zarandeos, se llega rápidamente a un máximo que ya no va a variar hasta llegar al orgasmo: es la fase siguiente, de meseta.
Durante esta primera fase, y sin actuar directamente sobre el pene, el hombre es capaz de mantener la excitación y dedicarse al "juego sexual" de besos, caricias y masajes, que debe preludiar al acto sexual. Aunque el hombre, en esta fase, se excita mucho y muy rápido, debe pensar que la mujer necesita más tiempo y, sobre todo, un clima agradable y unas actitudes del hombre que le transmitan afecto y cariño.


Fase de meseta
En el momento en que el pene recibe la adecuada ración de fricciones (manuales, bucales, vaginales, o lo que sea) el hombre pasa a la fase de meseta. La intensidad de la excitación se mantiene más o menos estable, llevándole al orgasmo antes o después.
Esta fase, en el hombre, suele ser corta, dependiendo de la excitación. Es difícil alargarla, aunque no imposible con el debido entrenamiento.
Quienes sufren eyaculación precoz, con menos de 1 minuto de fase de meseta, lo pasan mal en relaciones de pareja, porque después de la eyaculación desciende totalmente la excitación (fase de resolución) y se entra en un periodo (refractario) en el que es imposible la reactivación.
El caso contrario, la eyaculación retrasada, también resulta una molestia. En esta situación el hombre tarda y tarda en alcanzar el orgasmo, y, más de una vez, ve disminuir su erección al cabo del tiempo sin haber alcanzado la fase final.
Hablaremos de todo ello más adelante. por ahora nos centraremos en esta fase de meseta, en la que aparecen los siguientes cambios corporales:
Erección del pezón, sí, del pezón, de la tetilla. Muchos hombres no se dan cuenta de esta circunstancia. Tampoco muchos habrán apreciado otro cambio curioso: aparición de un enrojecimiento corporal, desde los muslos hasta el cuello, que empieza al final de esta fase de meseta y que culmina durante el orgasmo.
Muchos músculos (faciales, abdominales, del tórax) se contraen involuntariamente, aunque en algunos momentos el hombre incrementa voluntariamente las contracciones, tensando los músculos para obtener una mayor excitación. Uno de los músculos que normalmente se tensa de forma voluntaria es el esfínter del ano.
La velocidad del corazón aumenta con taquicardia de hasta 175 pulsaciones / minuto. La presión arterial sigue subiendo, hasta 8 puntos la máxima y 4 la mínima. Un hombre que estaba a 14 / 8, puede llegar en esta fase de meseta hasta 22 / 12.
El pene aumenta el tamaño de su circunferencia en la región de la corona del glande. Los testículos también incrementan su tamaño en un 50 por ciento, así como su elevación.
Fase de orgasmo
Cuando se acerca la explosión final, el enrojecimiento del cuerpo, desde los muslos hasta el cuello, está bien desarrollado. El orgasmo va precedido por la sensación de que no es posible parar, y aparecen a continuación las contracciones para expulsar el semen, en tres o cuatro efusiones. Muchos músculos se contraen involuntariamente, y algunos llegan al espasmo. En el recto aparecen también abundantes contracciones
El ritmo respiratorio, normalmente de 20 ventilaciones por minuto, puede llegar a doblarse hasta 40. El ritmo cardiaco puede llegar a 180 pulsaciones por minuto, y la presión arterial llegar a un aumento de hasta 10 puntos la máxima y 5 la mínima. El caballero cuya presión arterial era de 14 / 8, puede llegar hasta 24 / 13.
En este momento es factible que un hombre con dificultades cardíacas haga una angina de pecho, o incluso un infarto de miocardio. Resulta curioso que, en estos casos, la percepción del dolor provocado por una angina de pecho depende de las emociones que esté deparando la relación sexual.
Una angina de pecho es debida al cierre parcial de una arteria coronaria, que deja con poca sangre (y, por tanto, con poco oxígeno) al músculo que mueve el corazón. Si la falta de oxígeno durase el tiempo necesario para que el músculo dejase de funcionar y "muriese", se produciría un infarto. Si el problema dura poco tiempo y, después, la arteria coronaria deja pasar otra vez la sangre necesaria, el dolor de la angina de pecho desaparece y el paciente se recupera. El dolor (de una angina y de un infarto) es terrorífico, y quienes lo han sufrido lo describen como la presión de unas tenazas inmensas aplastando por completo su pecho, al tiempo que sienten la enloquecedora inminencia de la muerte.
Pues bien. Hace poco se descubrió una curiosa situación. En un Hospital de París investigaban a un grupo de pacientes varones, con anginas de pecho en situaciones de esfuerzo. A todos ellos se les colocó un aparato (llamado "holter") que registra el electrocardiograma de forma permanente, las veinticuatro horas del día, y que graba la información en unos disquetes que luego permiten evaluar cómo se ha comportado el corazón en distintas situaciones de esfuerzo.
Muchos de ellos padecían anginas de pecho en el momento de realizar el acto sexual, especialmente durante el orgasmo. El "holter" medía la intensidad y la duración de cada angina, de forma totalmente objetiva.
Algunos de los pacientes, los más picarones, poseían amante además de esposa, con lo que los actos sexuales quedaban repartidos entre una y otra. Y ahí viene lo curioso: los que sufrían anginas de pecho durante el cumplimiento con sus santas, explicaban unos dolores terribles y la sensación de muerte total. En cambio, si las anginas aparecían durante el alborozo con su querida, las explicaban como irrelevantes y desdeñables.
Pero el "holter" decía lo contrario: las anginas conyugales se veían mucho menos graves, en el electrocardiograma, que las acontecidas en situación de infidelidad, las cuales se revelaban como sumamente intensas.
En otras palabras: la observancia del débito sexual con la propia esposa suministraba mucha menos excitación que el deleite con la fulana, y, por tanto, era menos peligrosa. Pero... la sensación de dolor y sufrimiento era mucho mayor en las primeras situaciones que en las segundas.
De ahí que los cardiólogos recomienden a sus clientes anginosos la castidad, o, como máximo, el moderado esparcimiento que procura la rutina conyugal en la mayoría de las parejas. Las expansiones son más dolorosas, pero mucho menos peligrosas.
Las conclusiones son algo decepcionantes en cuanto a la fidelidad. Bien harán las parejas estables en cuidar la variedad y calidad de sus holganzas y apasionamientos, lo que produce más riesgo de anginas, pero menos en cuanto a aburrimientos y adulterios.
Fase de resolución
El pobre varón queda fuera de combate tras el orgasmo. Así como el orgasmo de la mujer deja a ésta con una sensación de arrobo e inclinación al mimo y a la ternura, el orgasmo masculino deja a su protagonista con la sensación de trabajo bien hecho y merecido descanso. Dicen algunos hombres maliciosos que lo mejor del orgasmo viene después, cuando uno se da la vuelta y duerme.
La resolución de la excitación se produce en forma brusca. Cualquier contacto con el pene, antes apetecido, ahora resulta incómodo y moderadamente doloroso. Los pezones se aplanan, el enrojecimiento desaparece, y la respiración deja de ser jadeante para pasar a calmada. Lo mismo cabe decir del acelerón cardíaco y de la subida de presión arterial.
El pene baja cabeza, en dos fases. En la primera, de pocos segundos, pierde el 50 por ciento de su tamaño grande. En la segunda, de varios minutos, va disminuyendo su orgullo hasta llegar a la fase de arruga propia de los periodos de tregua. También la piel del escroto vuelve a su textura inicial perdiéndose la congestión y el engrosamiento.
Tras esta rápida fase de renuncias, aparece la peculiaridad más engorrosa del varón: el periodo refractario.
Periodo refractario
En esta fase el hombre no puede ser excitado, ni con las artes de Mesalina. El periodo refractario es un lapso de tiempo durante el cual, cualquier aproximación sexual es percibida como irritante. El hombre puede estar meloso y mustio, pero pocas cosas más. Muchas veces se duerme sin pensarlo dos veces. Otras veces aprovecha para lavarse, fumar, o, simplemente, para vestirse y volver a su casa.
El periodo refractario es de duración variable según la edad y el entrenamiento. A los 15 años, por ejemplo, no dura más de dos minutos. A los sesenta, puede durar varias horas, o días.
Las mujeres no tienen periodo refractario, a ninguna edad. Ello provoca no pocos malentendidos. Habida cuenta de que ellas están sumamente soñadoras y amorosas tras un orgasmo, esperan similar comportamiento en su compañero. Nos tachan de patanes e indelicados cuando nos ven de capa caída y con cara de duelo. Si los hombres no conocemos las diferencias, podemos deducir que las mujeres son unas pesadas y que, después del orgasmo, deberían respetar el cansancio del guerrero y su merecido reposo.
Solamente el conocimiento de estas diferencias permite el acoplamiento real de las parejas, evitando las frustraciones y desengaños atribuibles a causas naturales, y no a la mala fe de unos y otras.
















¿Cómo es la respuesta sexual de la mujer?
Da la sensación de que la respuesta sexual de la mujer se halla mucho más influida por aspectos psicológicos que sexuales. Decíamos antes que el hombre se excita con poca cosa. La mujer, en cambio, necesita más alicientes. Lo más frecuente es que dé mucha importancia a los componentes psicológicos no sexuales que intervienen en la relación. Una mujer heterosexual, para excitarse sexualmente con un hombre, debe considerarlo agradable, afectuoso y emocionalmente interesante.

La vulva
Los genitales externos de la mujer responden al nombre de vulva. Bien es verdad que este nombre, impecable desde el punto de vista técnico, tiene poco predicamento. La prueba es que no se emplea como exclamación soez. Difícilmente oiremos a alguien diciendo "¡Vulva!" como indicación de asombro, interés o fastidio. Más bien oiremos "¡Coño!" o, con fines más explicativos que imprecativos, alguno de sus eufemismos malsonantes ("chocho", "conejo", "patata"...)
La vulva es un objeto anatómico poco conocido, en general. Muchas son las mujeres que no la conocen a fondo, lo que requiere examinarla con ayuda de un espejo (no es necesario que sea mágico).
El clítoris, ese curioso adminículo situado en la parte superior, y cubierto por un capuchón que, por abajo, se continúa con los labios menores, suele acaparar misterio y morbo a partes iguales. Los varones que conocen su existencia, suelen adjudicarle un uso prioritario en la obtención de placer, lo cual no es compartido por la generalidad de las mujeres.
Acariciar un clítoris es una experiencia de todo punto recomendable, pero no exactamente cosa fácil. Cuando la mujer empieza a excitarse, el clítoris aumenta de tamaño, pero también (y mucho más) el capuchón que lo cubre. De ahí que muchos clítoris queden embozados en esta fase de alegría, con lo que su apariencia es un tanto imprecisa. Si la mujer no orienta verbalmente en esa lid, el hombre puede quedar desorientado en su acoso y derribo del eréctil, pero esquivo, cuerpecillo.
Mujeres hay que, aún habiendo oído y leído acerca del clítoris, no están muy seguras de donde lo tienen, e incurren en similares torpezas cuando el pequeño travieso da señales de vida, pero sin mostrarse (cubierto por su capucha) con suficiente descaro. Habida cuenta de que hay otras partes de la vulva tan sensibles como el propio clítoris (el capuchón, los labios menores) la exploración al tacto no resulta suficientemente reveladora.
He tenido clientes que, solas o en pareja, han fallado estrepitosamente en la búsqueda y captura del interesante artificio. Y es que el clítoris, aunque muy sobrevalorado, cuesta realmente de hallar a menos que sea muy prominente. El tamaño de este artilugio es variable, desde milímetros a varios centímetros. Los más habituales pueden ser evidentes en fase de letargo, pero quedan perdidos en la espesura apenas se inicia la fiesta.
Como veremos, la excitación sexual de la mujer se manifiesta por el entumecimiento de clítoris, capuchón y labios menores, con lo que los dos últimos instrumentos pueden englobar al primero y hacerlo poco patente. Por otra parte, el clítoris puede reaccionar con disgusto si se le acaricia directamente. Es muy suyo, y, en muchas mujeres, delicado. Tocar directamente el clítoris puede causar una sensación de intenso cosquilleo, agradable y desagradable al mismo tiempo. Es mejor actuar sobre él a través del capuchón, o con la mano plana sobre los labios menores y mayores, o acariciándolo "desde arriba" a través del monte de Venus. La lengua bien húmeda es el órgano sexual que el pequeño clítoris acepta mejor como compañero de viaje, a condición de que se comporte en forma paciente y tenaz. Como muy bien respondía un clítoris suspicaz, al ser preguntado por otro clítoris malintencionado acerca de su relativa sequía en cuanto a placeres: "¡Malas lenguas!".
¿Orgasmo clitoridiano o vaginal?
¡Qué mas da! Cualquier orgasmo requiere la suficiente estimulación, en intensidad y tiempo, de la plataforma orgásmica (clítoris, capuchón y labios menores). Quien dedique sus afanes a una parte concreta (clítoris, labios menores...) logrará orgasmo. Quien incite la plataforma de forma indirecta (masajeando los labios mayores, revolviendo el monte de Venus, apretando los muslos, apretando todo el pubis sobre un cojín, o sobre un osito de peluche, o sobre la pierna del noviete...) llegará igual. Durante el acto sexual, propiamente dicho, el negocio es más difícil. Requiere que los cuerpos de los dos contendientes se aprieten, pubis contra pubis, de forma que la plataforma orgásmica se sacie de apreturas. También es posible que mujeres hábiles "pillen" el orgasmo durante el acto sexual, simplemente apretando los músculos de los muslos y del recto. Algunas afortunadas (pocas) tienen orgasmos solamente con excitaciones mentales.
Digan lo que digan, pocas veces "el varón provoca el orgasmo a la mujer". Es la mujer quien lo "captura" con la ayuda de su compañero.
Aquella famosa frase "no hay mujeres frígidas sino varones inexpertos" me ha parecido siempre desastrosa. Eleva la mujer a la categoría de un instrumento musical ("no hay guitarras malas sino guitarristas inexpertos"). Creo que remeda una frase de San Pablo ("no hay mujer honesta sino mal trabajada") que también se las trae. Lo correcto es pensar que si una mujer tiene algún tipo de dificultad sexual, es ella, en primer lugar, quien tiene que preocuparse por aprender a corregirlo. No quedarse tendida pasivamente en la cama esperando que el compañero adquiera experiencia.
Todas, todas las mujeres, tienen la posibilidad de tener orgasmos. Las condiciones son:
1. Estimulación en el lugar adecuado.
2. De la forma adecuada.
3. Durante el tiempo necesario.
4. Con los componentes psicológicos oportunos.
Repasémoslas una por una.

Estimulación en el lugar adecuado
El lugar adecuado puede ser cualquiera que, de forma directa o indirecta, presione la plataforma orgásmica. Veamos los lugares y las técnicas:

1. Clítoris, capuchón del clítoris y labios menores. Todas estas zonas tienen una similar sensibilidad en cuanto recepción de estímulos sexuales. Su importancia queda reflejada en el hecho de que más del 80 % de las mujeres que se masturban, lo hacen acariciando estas partes concretas. En la masturbación, las mujeres mueven uno o dos dedos suave y rítmicamente sobre las zonas sensibles, o bien aplican una presión rítmica o constante con varios dedos o toda la mano. Harían bien los hombres en copiar tales maniobras, a la hora de solazar a sus compañeras.
Es normal que con uno o dos dedos se accione entre los labios menores, frotando a lo largo para llegar, en cada movimiento, hasta el clítoris o a su base. También es útil apretar los labios entre pulgar e índice, de forma rítmica.
En algunas mujeres, estas zonas son excesivamente sensibles. En estos casos, ellas suelen preferir la estimulación a través del capuchón del clítoris, es decir, "desde arriba". O bien, la estimulación a través del monte de Venus, la parte inmediatamente por encima de la vulva, cubierta por el vello pélvico.
Recordemos que todas estas estructuras están ligadas al clítoris en su parte anterior y superior, y que, por tanto, su estimulación actúa indirectamente sobre ese órgano.
Otra técnica, sobre estas mismas zonas, es la aplicación del estímulo con algún objeto en lugar de los dedos. Más adelante hablaremos del efecto que un vibrador puede tener en estos casos.

2. Labios mayores. La presión sobre los labios mayores puede resultar muy estimulante para algunas mujeres. De todas formas lo normal es que, cuando se actúa sobre los labios mayores. la fuerza se ejerce de forma general sobre toda la zona genital.

3. Presión de los muslos. Es una técnica de masturbación empleada por un diez por ciento de mujeres. Las presiones afectan a toda la zona genital (labios mayores, menores, clítoris...)

4. Tensiones musculares. Existen maravillosos orgasmos femeninos producidos únicamente por la tensión de los músculos de la zona pélvica. Una hembra boca abajo, moviendo las nalgas rítmicamente hacia adelante y una contra otra, puede llegar al clímax con relativa facilidad. Algunas de ellas aprovechan para presionar suavemente sus genitales contra la cama, un cojín o un muñeco de peluche.
Los movimientos de las nalgas, con tensión considerable de los músculos glúteos y abductores, imitan los movimientos del varón durante el acto sexual, y son los mismos que efectúa la mujer cuando se coloca encima en dicho acto.
Como técnica de masturbación no es tan frecuente como otras; alcanza al cinco por ciento de mujeres. pero quienes la experimentan aseguran que es una de las más gratificantes en cuanto a la calidad de los orgasmos alcanzados.

5. Los pechos. En gran cantidad de mujeres los pechos, y, muy especialmente, los pezones, son eróticamente sensibles. La estimulación de los pechos, por sí sola, no es suficiente para llegar al orgasmo, salvo en algunas mujeres muy sensibles. Pero sirve de mucho combinar la estimulación de los senos (acariciándolos, oprimiéndolos con la mano o con el cuerpo, besándolos...) con la de los genitales.

6. La vagina. La realidad es que solamente existen zonas erógenas en la parte inicial de la vagina. Más adentro el equipamiento de "terminales de placer" es escaso o nulo. De ahí que, aunque alrededor de un 20 % de mujeres se masturben introduciendo dedos u objetos en la vagina, pocas de ellas dejan de acariciarse, al mismo tiempo, en el resto de los genitales.
Algunas mujeres tienen sensible el llamado punto G (por su descubridor, Grafenberg). Se trata, más o menos, de la zona de la vagina correspondiente al clítoris, por debajo. Para llegar a él se debe introducir un dedo, preferentemente el medio, en la vagina. Con el pulpejo del dedo hacia arriba, puede estimularse este punto. No todas las mujeres reaccionan en este recinto. Lo más práctico es probar, preguntar, y actuar en consecuencia.

Estimulación de la forma adecuada
La forma adecuada es la que cada mujer considera adecuada para ella misma. Si la mujer tiene experiencia en masturbarse, lo mejor es que comunique al hombre cómo lo hace, o que haga una demostración práctica.
Hay mujeres que prefieren la estimulación con los dedos, otras con la lengua, otras seleccionan el frotamiento de los genitales con el cuerpo del compañero. Los vibradores y las duchas de teléfono (más estas últimas) son fuente de consuelo para muchas señoras respetables. Pueden utilizarse también en la relación de pareja.
El acto sexual, propiamente dicho, puede ser una "forma adecuada" si la mujer ha aprendido a pescar el orgasmo apretándose contra el cuerpo del hombre en cada movimiento de la penetración y ejercitando las tensiones musculares antes comentadas. En el caso contrario, el acto sexual, propiamente dicho, es una de las formas más cansadas e inoperantes para que las mujeres lleguen al fascinante y reparador orgasmo.

Durante el tiempo necesario
Aquí si que hay variaciones para todos los gustos.
Es normal que una mujer, masturbándose en solitario, alcance su orgasmo en periodos relativamente cortos, de uno a cinco minutos. Pero esa misma mujer, en una relación sexual con compañero, puede tardar entre quince y treinta minutos en llegar al delicioso final.
Ello es debido a la importancia del "componente psicológico". En la masturbación solitaria, el componente psicológico es fácil de controlar por la misma mujer. Bastantes mujeres, una tercera parte al menos, no manejan fantasías eróticas durante la masturbación. En cambio, en los varones, las fantasías aparecen en el cien por ciento.
El "componente psicológico" en la mujer, no es, necesariamente, de naturaleza sexual o erótica. Las lecturas usadas por los hombres al masturbarse son, con gran preferencia, las de tipo pornográfico. En cambio las mujeres prefieren novelas románticas.
Otra circunstancia que retrasa la obtención del orgasmo en compañía, es la voluntad de alargar el acto (para disfrutar más tiempo). Desgraciadamente, la mayor parte de las veces que el orgasmo femenino se retrasa, es por la ineficacia de las técnicas que las parejas emplean de forma habitual en el coito.

Con los componentes psicológicos oportunos
Los componentes psicológicos, en la sexualidad femenina, son mucho menos sexuales que los del varón. El hombre reacciona con presteza a los estímulos sexuales, en tanto que la mujer es más calmada en su reacción. Para las mujeres, lo más importante es sentirse relajadas, tranquilas, seguras. Si aprecian urgencias en el varón, pueden quedar bloqueadas al percibir que ellas no vibran con idéntica rapidez o facilidad.
Por lo tanto, cuando hablamos de componentes psicológicos no nos referimos a componentes sexuales ni eróticos. El consabido "período de preparación" en el que las parejas se acarician, antes del acto sexual, no es (para la mujer) propiamente un periodo de preparación sexual, sino una manera de transmitir afecto y sexo no exigente.
Las parejas de novios, a la manera clásica, tienen experiencia en periodos de caricias, besos... antes de llegar a la relación sexual más íntima. Incluso es frecuente que las caricias, a la larga, incluyan los pechos y los genitales. Tales caricias (lo que los americanos llaman "peeting"), sin orgasmo o con orgasmo, suelen coincidir con fases de mucho cariño y pasión. De ahí que acostumbren a ser muy satisfactorias y apetecidas por ambos miembros de la pareja.
Pero cuando se dispone de más tiempo, junto a los problemas que la convivencia acarrea, las fases de caricias pueden irse acortando, lo que no favorece las cosas al perturbar la necesaria relajación de la mujer. En tales circunstancias, las mujeres perciben como desagradables las aproximaciones rápidas o las muy evidentes. Hay maridos que ni se acuerdan de que sus mujeres existen, excepto cuando les apetece sexo. Tales días se ponen mimosos, o besan a sus esposas en el cuello sin que venga a cuento. Si la mujer, el resto de los días, no recibe ni el beso de los buenos días, no es extraño que reciba con desagrado las muestras de afecto que intuye falsas, y que resultan la señal inequívoca de que el marido ese día quiere juerga.
Fases de la respuesta en la mujer
Veamos las fases de la respuesta, las cuales, en la gráfica, se exponen sobre la del varón.

Fase de excitación
Cuando la mujer, en las condiciones psicológicas adecuadas, empieza a excitarse sexualmente, aparecen cambios en senos y en genitales. Los pechos aumentan de tamaño, de forma global, y el pezón se yergue.
Surge el enrojecimiento sexual de la piel, que en esta fase se vuelve de un color rosa intenso; especialmente desde la parte de sobre el estómago y los senos.
Se efectúan tensión muscular voluntarias, sobre todo en las zonas del abdomen y del tórax.
En los genitales se nota una ligera expansión de la pared vaginal, y, entre 10 y 30 segundos después de iniciada la excitación, las glándulas de la vagina segregan líquido lubrificante. Esta sensación de "estar mojada" es la primera que perciben muchas de las mujeres cuando se excitan. La vagina cambia de color, pasando a rosa púrpura.
El capuchón del clítoris se hincha, y el mismo clítoris se alarga. Recordemos que el capuchón hinchado, en muchas mujeres, no deja ver el clítoris aunque se haya alargado.
Los labios mayores se separan y elevan. Los labios menores se hinchan y se expanden.
Aumenta progresivamente frecuencia cardiaca y se eleva la presión arterial.







Fase de meseta
Si la excitación persiste y aumenta, se llega a la fase previa al orgasmo.
En esta fase, sigue aumentando la turgencia del pezón, así como el tamaño global de los pechos.
El enrojecimiento puede extenderse a todo el cuerpo, siendo más evidente entre los pechos y los muslos.
Las contracciones faciales, abdominales e intercostales también aumentan, unas de ellas voluntarias y otras espontáneas. En el recto suelen producirse tensiones voluntarias encaminadas a aumentar la intensidad de la excitación.
La respiración se agita, pasando de las 20 inspiraciones normales hasta un promedio de 30 por minuto. La frecuencia cardíaca aumenta hasta 175 pulsaciones por minuto, como en los corredores de Fórmula 1 al tomar una curva peligrosa. La presión arterial aumenta hasta 6 puntos en la máxima y 2 en la mínima.
El clítoris se eleva y se retrae hacia atrás. Sigue siendo difícil detectarlo con precisión.
La "plataforma orgásmica" se desarrolla, con un claro abultamiento de los labios mayores y menores. Estos últimos pasan a un color rojo vinoso oscuro, y su aumento de tamaño alarga entre 3 y 5 centímetros el canal vaginal.

Fase de orgasmo
En el momento de acercarse el orgasmo, el enrojecimiento aumenta en relación a intensidad de la excitación.
Apenas se inicia el orgasmo, la mujer sufre una pérdida del control voluntario muscular. Contracciones y espasmos aparecen en los músculos de todo el cuerpo, y muy especialmente en los de la zona genital. Asimismo se contrae el esfínter rectal, con sacudidas involuntarias.
El ritmo respiratorio aumenta hasta 40 inspiraciones por minuto, el doble de lo normal en reposo. El ritmo cardiaco se incrementa hasta 180 latidos / minuto.
Coincidiendo con el orgasmo, se presentan unas cuantas contracciones de la plataforma orgásmica, de 5 a 12 veces, así como del útero. El fin de estas contracciones marca el final del orgasmo.

Fase de resolución
Una vez alcanzado el orgasmo, se produce una vuelta a la normalidad. Hay una rápida disminución de la tumefacción mamaria y de la erección del pezón, así como del enrojecimiento.
La tensión muscular disminuye también, aunque más lentamente.
Se normaliza la respiración, el pulso y la presión arterial.
Hay una rápida perdida de tumefacción en plataforma orgásmica, en tanto que el clítoris pasa a posición normal unos 10 segundos después del orgasmo.
También se produce el retorno al tamaño normal de labios mayores y menores, con cambio de color al rosado habitual.
La diferencia más notable con respecto al hombre, es que NO HAY PERIODO REFRACTARIO, por lo que, si las condiciones son adecuadas, puede haber reexcitación rápida. Si la mujer ha quedado satisfecha y su tensión sexual se ha liberado por completo, es probable que no desee excitarse otra vez. Pero nada se lo impediría si así lo desease.
¿Un orgasmo o varios?
De acuerdo a lo que decíamos en el parágrafo anterior, las mujeres tienen capacidad para tener orgasmos múltiples en una sola sesión. La mayor parte de ellas se sienten satisfechas con un solo orgasmo, pero podrían ser reexcitadas al carecer de periodo refractario.
En algunas de ellas se producen contracciones orgásmicas en número muy superior a las doce que antes citábamos como habituales. Al hablar de estas experiencias pueden citar "orgasmos repetidos, hasta más de cien". Es probable que se trate de un solo orgasmo, aunque -eso sí- muy largo y ostentoso.

Diferencias hombre - mujer
Las diferencias anatómicas son evidentes. Ello condiciona también algunas diferencias físicas de funcionamiento: la erección del pene, por ejemplo, requiere la puesta en marcha de un complicado mecanismo de nervios y venas, lo que no ocurre en la mujer. La tumefacción de la vulva y la lubricación vaginal son mecanismos mucho menos complejos. La erección del varón es más vulnerable que su homóloga en la mujer. De ahí que sea más frecuente la impotencia masculina que la falta de lubricación vaginal en la mujer, la cual, aunque puede ocurrir, es rara.
El orgasmo es muy similar, en cuanto a contracciones y sensaciones. La mujer no eyacula. aunque en los libros pornográficos, especialmente los de la época victoriana, se insista en que hay mujeres que eyaculan un líquido. Se trata del fluido vaginal, que se segrega desde la excitación hasta el final.
La respuesta sexual, en general, es más variable en las mujeres que en los hombres. Creo que ello se debe a las diferencias culturales y educativas, más que a factores estrictamente físicos. La mayor parte de diferencias se refieren a los aspectos psicosexuales, y éstas son las que vamos a detallar con mayor precisión.
Hombres Mujeres
Excitación, en solitario, con estímulos sexuales. Pocos hombres se masturban sin fantasías eróticas. La fantasía no es imprescindible en las mujeres. Muchas de ellas, por ejemplo, se masturban y llegan al orgasmo mientras piensan en otra cosa.
Lo mismo cabe decir durante la relación de pareja. Hay mujeres que, gozando de la situación, hablan de cosas que no tienen que ver con el momento, lo que suele irritar a los hombres. Para ellos sería impensable hablar del colegio de los niños durante una relación sexual.
El estado de ánimo del varón depende de la excitación conseguida. Un hombre puede estar enfadado, incluso molesto con su mujer, pero cambia y se anima cuando advierte la posibilidad de una relación sexual. Hay varones que intentan "acabar las discusiones en la cama y hacer las paces", lo que resulta poco atractivo para las mujeres, las cuales suelen mandarles al cuerno. La mujer, para excitarse, necesita estar relajada. Primero hará las paces. Quizá después pueda excitarse. Lo contrario le resultará muy difícil, por no decir imposible.
Poca influencia del "clima". El hombre se excita cuando tiene estímulos sexuales. No es necesario que "TODO" sea maravilloso. Mucha influencia del "clima". Para empezar la excitación, el ambiente, el entorno, las circunstancias... deben ser lo más agradables que sea posible.
Preferencia por estímulos visuales. Es una consecuencia de la necesidad de estímulos sexuales. Al hombre suele gustarle mirar y tener la luz abierta. Preferencia por estímulos auditivos y táctiles, los cuales requieren una actitud positiva por parte del varón. La mujer agradece la luz apagada, así como las buenas palabras y las caricias tiernas, no exigentes.
Interés prioritario por las caricias genitales, desde el primer momento. La erección del pene, como mejor se aposenta, es con caricias en el mismo pene. Desinterés por las caricias genitales, en los primeros momentos. La excitación inicial se logra mejor con caricias en cualquier otra parte del cuerpo (preguntar a cada mujer qué es lo que prefiere), con buenas dosis de respeto y nada de exigencia. Una mujer agradece las caricias genitales cuando está a punto de llegar a la fase de meseta, pero no antes.
Admisión (o necesidad) de "variaciones" en la fase de meseta. El hombre, interesado en los aspectos sexuales, suele buscar incrementos de excitación a base de cambiar (de posición, de caricia...). La mujer, una vez llegada a la fase de meseta, tiene un interés prioritario por llegar al orgasmo. Considera más interesante un tipo de caricia sostenido y continuo, que la lleve al orgasmo, que no un surtido de variaciones. Corre el riesgo de perder excitación en los momentos de cambio.



Disfunciones sexuales. Generalidades.
Hablaremos en este capítulo de los trastornos más frecuentes que afectan la relación sexual. Algunas de estas causas son físicas. Es necesario un chequeo médico, ginecológico para la mujer, y urológico o andrológico para el hombre, como primera medida ante cualquier trastorno sexual.
Si no aparece ninguna causa física, y le persona con disfunción no toma ningún medicamento o sustancia que pueda interferir la sexualidad, tendremos que buscar la causa en el llamado órgano sexual por excelencia: el cerebro.
Causas psicológicas: Fracasos de la pareja en cuanto a establecer una conducta satisfactoria para ambos.
Casi siempre son las mismas. Cualquier disensión o problema entre los miembros de la pareja tiene su reflejo en la actividad sexual. Algunas de las dificultades son propias de uno de los miembros de la pareja. Otras, son propias de los dos. Los más frecuentes son:
Ignorancia sexual.
Es debida, casi siempre, a fallos educativos. También puede ser debida a limitaciones en cuanto a inteligencia. Algunas de las ignorancias son apoteósicas. He visitado en mi consulta a una pareja de recién casados que intentaban la penetración ¡por el ombligo! (no lo lograron, gracias a Dios). Otros que, una vez introducido el pene en la vagina, esperaban respetuosamente, y en total quietud, la avenencia del orgasmo (lo que venía era la impotencia y la decepción). He tenido una chica que buscaba afanosamente su clítoris en los alrededores del ano. Y otra, a la cual su novio le dijo: “Como que soy muy religioso te penetraré por el ano, que así el pecado es sólo venial” (y el dolor mayúsculo, a las primeras de cambio). La ignorancia se puede referir a desconocimientos anatómicos y fisiológicos, a la diferente respuesta hombre - mujer que antes hemos explicado, acerca de los cambios debidos a edad (algo hemos dicho) y a los frecuentes mitos acerca de la sexualidad: orgasmo mutuo, tamaño del pene, orgasmo vaginal... también comentados en páginas anteriores.
Evitación inconsciente de una sexualidad satisfactoria.
1. Puede ser debida a ansiedades o culpas inconscientes. Las personas educadas en ambientes represivos, con exceso de prohibiciones en cuanto a sexualidad, pueden identificar el sexo como “algo sucio” durante toda su vida. Uno de mis clientes me comunicó que, en su educación, el órgano sexual femenino le fue explicado por su madre como algo “sucio, eminentemente asqueroso, maloliente”, algo así como una cloaca de la que debería huir. No fue homosexual por milagro, pero durante toda su vida tuvo graves problemas para gozar del sexo. Se casó y tuvo cinco hijos, pero jamás sintió placer junto a su esposa, a la cual quería sinceramente. En cambio, sí gozaba con prostitutas, hacia las cuales no sentía amor ni respeto, y a las que veía como “más normales” en cuanto a juguetear con las “partes sucias”. Con ellas, hacer “cosas sucias” era “normal” y no quedaba bloqueado por el respeto debido a la santa esposa.
2. Hostilidad inconsciente. Si entre la pareja existe alguna forma de hostilidad, ningún momento mejor para reflejarlo que en la cama.
La hostilidad puede ser debida a luchas de poder, frecuentes en parejas jóvenes (y no tan jóvenes). Cada uno intenta demostrar al otro quién manda y, más sutilmente, quien propone y quien acepta. Este tipo de juegos se expresan de forma decidida en el momento de la relación sexual. Uno (o una) puede “no tener nunca ganas”, o sentir jaquecas hacia la noche, o estar con un gran cansancio.
También es posible que la hostilidad sea debida a un proceso de transferencias. Un hombre educado en su infancia por una madre posesiva y castradora, puede “transferir” su hostilidad hacia la figura de su mujer. En tal caso la tratará como a una “madre bruja”, y “se vengará” de las humillaciones recibidas en la infancia, entre otras maneras, con el desprecio sexual.
La máxima expresión de la hostilidad es el sabotaje sexual. Por ejemplo, hacerse repulsivo para frustrar los deseos sexuales del compañero. Una señora llena de rulos, o un señor con los pies cantando, tiene muy poco atractivo sexual. Personas hay que acentúan tales características desagradables con la intención de descorazonar al oponente desde el primer minuto de juego.
El llamado don de la inoportunidad también va en este sentido. He aquí un clásico: una mujer que, cada vez que su marido insinúa un contacto, se acuerda de que debe levantarse para poner una lavadora. Los más exquisitos, inician la relación para pararla al poco tiempo: “Dejémoslo. No funciona.”
Las decepciones contractuales también son causa de hostilidad. Recordemos que, cuando hablábamos de “pactos” (Capítulo 1), concluíamos con que estos eran uno de los pilares en que se asentaba la pareja. Si uno de los miembros, o los dos, se sienten decepcionados en cuanto a los pactos (contratos no escritos), pueden manifestar su decepción a través del sabotaje sexual. No digamos si la decepción se refiere a una actividad sexual concreta. Es fácil frustrar los deseos sexuales del miembro opuesto, negándose a una determinada relación sexual (“No, con la boca no”) con la única finalidad de recalcar un rechazo o una falta de colaboración.
La presión y tensión, desplegada en el momento justo, cumple también esta finalidad. Se trata de “sacar un tema espinoso”, de esos que siempre se acaban en pelea, en el momento justo de iniciar una aproximación sexual.
Ansiedad sexual
La Ansiedad sexual es otra de las frecuentes causas de fracaso en cuanto a una relación placentera. Entre sus múltiples formas citaremos las siguientes:
1. Una preocupación excesiva por el rendimiento. Las preguntas que se hace uno a sí mismo en estos casos son: “¿sabré satisfacerle?”, “¿durará la erección?”, “¿llegaré a tener orgasmo?”, etcétera. Poco a poco se intensifica el temor al fracaso, que puede actuar como un auténtico bloqueo erótico. Esto es especialmente intenso en los casos de impotencia sexual masculina, en los que se desata una brutal ansiedad anticipatoria, El hombre aquejado de esta ansiedad incurre en el llamado rol del espectador, consistente en que deja de ser protagonista de su relación sexual para hacerse espectador de sí mismo: “¿podré? ¿conseguiré la erección? ¿la mantendré?”
2. Pensamientos que distraen acerca de qué está sucediendo. Este tipo de pensamientos son semejantes a los citados en el párrafo anterior, pero se refieren a problemas distintos del temor al fracaso. Ideas erróneas acerca de la pareja, por ejemplo. Pensar en el temor a un posible embarazo. Etcétera. Todo ello crea una incapacidad para disfrutar del propio momento, que, al fin y al cabo, es lo único que mantiene el goce sexual.
3. Necesidad excesiva de complacer al compañero (temor a ser rechazado). Se convierte el sexo placentero en un sexo exigente (muchas veces autoexigente). No es que el otro demande o critique, sino que uno mismo se plantea objetivos que no se siente capaz de conseguir. Pensar obsesivamente que la otra persona no disfruta de la relación, por ejemplo, encubre la idea de que uno mismo no es capaz de complacerle. Aparecen, a menudo, pensamientos de culpa en relación al compañero; preguntas angustiadas acerca del otro (“¿le estaré decepcionando? ¿se le estará cansando la mano?...)
4. Dificultad para comunicarse. Lo antedicho encubre, las más de las veces, el fracaso de la pareja para comunicarse abiertamente, sin sentimientos de culpa, acerca de sus deseos, sentimientos, respuestas y necesidades. ¿Cuántas parejas son capaces de intercambiar abiertamente los sentimientos y experiencias sexuales? Ello es debido a la educación constrictiva habitual en nuestra sociedad, que estimula la hipocresía sexual y oculta la realidad sexual (con lo que una gran cantidad de personas manifiestan una deletérea ignorancia acerca de dicha realidad). La pareja acaba viviendo con una gran cantidad de sobreentendidos, sin dialogar acerca de ellos. No se habla claramente acerca de lo sexual, y las críticas sexuales, por razonables y suaves que sean, se convierten en ataques despiadados (o despiertan en el otro agresivas defensas).
Causas centradas en la relación con la pareja
Hay causas que afectan a la relación específica con la pareja concreta. La más frecuente es el rechazo del compañero, bien por baja compatibilidad física o mental, bien por hostilidad recíproca. No hace mucho visité a un cliente que no se excitaba con su mujer porque, según el, “no tenía el culo lo suficientemente gordo”. Es baladí decir que, a mi cliente, le apetecían los culos gordos. Se había casado con ella porque la consideraba muy buena chica, pero jamás le había atraído sexualmente de forma significativa. Al tiempo de casarse, la excitación sexual del caprichoso marido caía bajo cero cuando avistaba el trasero, según él escurrido, de su esposa.
La incompatibilidad mental es otra causa invocable. Incluso los tribunales eclesiásticos la admiten como causa de anulación, a condición de que uno de los cónyuges carezca de una cualidad psicológica que el otro, antes de decidir el casorio, había supuesto existente y considerado como fundamental. En otras palabras, si una chica, antes de la boda, pensaba que su futuro marido era un ser generoso y desprendido, y ella consideraba que ser generoso y desprendido era cualidad fundamental para acudir al sacramento, puede invocar la carencia de generosidad y desprendimiento (o sea, que después de casarse descubrió que él era un rácano) para que su matrimonio sea declarado nulo por quienes de eso entienden.
De hecho, también las incompatibilidades físicas no advertidas, u ocultadas antes de la ceremonia nupcial, pueden ser causa de nulidad. Por ejemplo: si en el caso anterior del adorador de culos inmensos, su mujer hubiese calzado pantys rellenos de algodón para simular un mejor aditamento glúteo, el maniático podría haber invocado esta superchería para acceder a la nulidad eclesiástica. Ventajas que no tienen los descreídos que se casan solamente por lo civil.
Ni que decir tiene que si uno se siente decepcionado del otro, acerca de su carácter o de sus valores, ello es una causa de peso en cuanto a explicar inhibiciones sexuales.
Tratamientos
Hay tantos como escuelas psicológicas. Nuestra actitud, en cuanto a los problemas sexuales, es seguir las pautas clásicas de las clínicas Masters y Johnson, con las modificaciones aportadas por Helen Singer Kaplan. Son los autores más importantes acerca de terapias sexuales. Los primeros, Masters y Johnson, describieron por vez primera en la historia la realidad acerca de la fisiología sexual. A partir de sus estudios, clásicos sobre el tema, desarrollaron un método de tratamiento de la incompatibilidad sexual, realmente soberbio. La segunda, directora del Programa de Educación y Terapia Sexual del Hospital de Nueva York, supo adaptar las técnicas de Masters y Johnson al trabajo en centros ambulatorios y de orientación familiar.
Tales métodos se basan en la búsqueda rápida de un alivio en cuanto a los síntomas, a partir de la modificación de las causas inmediatas.
Ello exige, en primer lugar, detectar cuáles son las causas del problema, entre las anteriormente citadas. Las más de las veces será necesario un aprendizaje de las técnicas. sexuales adecuadas, en lo que debe intervenir la pareja al completo. La práctica sexual es monitorizada por los terapeutas, que se entrevistan con la pareja regularmente para comprobar sus avances y efectuar el análisis de las dificultades subsiguientes. Las dificultades sirven para captar aspectos que no habían sido percibidos, y para trabajar en su resolución.
Mecanismo básico de la acción terapéutica: Modificación del sistema sexual destructivo.
Se trata de regenerar la relación sexual, como una parte de la relación global dela pareja. Si las causas están en procesos psicológicos profundos, muy corrosivos si se ha dejado pasar tiempo, una primera fase del trabajo exigirá el abordaje de los aspectos psicológicos subyacentes.
El trabajo sexual, propiamente dicho, lo basamos más que nada en el establecimiento de los siguientes “instrumentos” :
1. Técnicas no exigentes. La relación sexual debe ser agradable y divertida. Cualquier exigencia la cortaremos de raíz. Ello se refiere tanto a las exigencias de uno sobre el otro, como a las autoexigencias (las de uno sobre uno mismo).
Uno de nuestros objetivos es conseguir una comunicación abierta entre los miembros de una pareja. comunicación abierta quiere decir sin agresividad, sin reservas mentales, sin sobreentendidos, sin silencios...
Para ello es vital la actitud del terapeuta o de los terapeutas. Muchas veces es interesante que los terapeutas sean dos (técnica de los coterapeutas) hombre y mujer, que puedan ser aceptados sin trabas por ambos miembros de la pareja.
2. Focalización sensorial. La focalización sensorial es una técnica de redescubrimiento de relaciones táctiles satisfactorias, en base a la no exigencia y al cariño generoso de cada uno de los miembros de la pareja con respecto al otro. Fue descrita por Masters y Johnson, más o menos en la siguiente forma:
Se dan instrucciones a la pareja, en el sentido de que uno de los miembros, pongamos el hombre, va a permanecer en forma pasiva mientras su compañera le acaricia. Echado el varón, desnudo, en cama, su compañera va a acariciarle en forma suave, tierna y cariñosa, sin buscar necesariamente la excitación sexual. Le acariciará de la cabeza a los pies, excluyendo al principio las zonas genitales. No se trata de excitarle sexualmente, sino de transmitirle afecto y cariño a través de la relación táctil. Las caricias se efectuarán con la mano, con los labios o con el cuerpo. Es importante que el sujeto “pasivo” oriente al otro acerca de qué le gusta y cómo le gusta. Se trata de ir redescubriendo los “focos sensoriales” del cuerpo, en los que la relación se va haciendo más profunda en cuanto a la intercomunicación.
Después, los papeles se invierten: la mujer va a colocarse en plan “pasivo” y el hombre realizará las caricias, también excluyendo los senos y genitales en una primera fase.
¿De qué sirve esto?
Básicamente, la focalización sensorial es una forma de relación no exigente (no se busca la excitación ni el orgasmo), que persigue simplemente la comunicación y las “buenas vibraciones” en una situación semejante a las que acontecen en las primeras fases de noviazgo en la mayor parte de las parejas (caricias, besos, sin llegar a mayores).La focalización sensorial es una técnica multiuso, que es útil siempre que la situación sexual de la pareja ha quedado contaminada por malentendidos, frustraciones o ansiedades. Como veremos en el capítulo siguiente, su empleo es factible en la mayor parte de trastornos de la relación sexual entre parejas.

DISFUNCIONES SEXUALES DEL VARÓN

El nombre de “disfunciones sexuales” se emplea para aludir a todos los trastornos del rendimiento sexual. La terminología actual tiende a evitar denominaciones que, si bien son clásicas, tienen matices negativos. Impotencia, o frigidez, por ejemplo.
Las denominaciones antiguas parecían etiquetas: “Usted es un impotente” parece indicar una especia de lacra, de por vida. Es mejor hablar de una “disfunción eréctil” (o sea mala erección, es decir, no se le levanta) que puede padecer un señor de forma ocasional, o más continuada. No es que uno “sea” un “mal erector”, sino que, a veces, puede tener malas erecciones, que no es lo mismo.
Los trastornos más frecuentes del varón son: disfunción eyaculatoria (eyaculación precoz o eyaculación retrasada) y disfunción eréctil (antigua impotencia).
Disfunción eyaculatoria: eyaculación precoz.
Es la disfunción más frecuente. La definición no es clara, pues, para algunos autores, se trata de la eyaculación antes de los primeros treinta segundos de penetración, en tanto que otros autores alargan la espera hasta sesenta segundos.
La definición debería contener también la impresión de la compañera. Imaginemos que los miembros de una pareja han estado “jugando” con toda clase de caricias, frotamientos, etcétera, y que la mujer ha alcanzado uno o dos orgasmos. Luego, en la penetración, el hombre eyacula antes de un minuto. De todas formas, la mujer ha quedado supersatisfecha. Incluso, en ocasiones, la “preparación” es tan alta que en esos sesenta segundos ella alcanza un nuevo orgasmo. ¿Podríamos llamar a esto “eyaculación precoz” patológica? Seguramente no.
Una definición mejor sería considerar que la eyaculación precoz (30 - 60 segundos) es la que provoca la frustración sexual de la pareja, al menos la mitad de las veces (definición empleada por Masters y Johnson).
Si el hombre eyacula “antes de hora”, durante las caricias o en el momento de iniciar una penetración, y ello frustra a la mujer, ella suele ser la que más se queja de este problema. Hay diferencias culturales muy acusadas. En mujeres que han sido educadas en niveles culturales restrictivos, es posible que se les haya enseñado a asumir el papel de “objeto sexual” y que consideren la relación sexual de pareja como algo necesariamente insatisfactorio. Tales mujeres no se quejarán de la eyaculación precoz de sus parejas, porque ello comporta una relación sexual más corta y, por tanto, menos potencial para la frustración.
Pero si la mujer espera una relación sexual placentera para ambos miembros de la pareja, raramente la conseguirá si aparece la eyaculación precoz. Su tensión sexual aumentará en las caricias del precoito, pero si la eyaculación precoz se produce sin dar tiempo para su orgasmo, se enfrentará a una rápida pérdida de erección junto al periodo refractario masculino, lo que, la mayor parte de las veces, significará el fin de la relación. Si este hecho se repite una y otra vez, de forma rutinaria, acabará por provocar un alto grado de frustración en la mujer, y, posiblemente, en el hombre.
Si la mujer expone sus quejas en forma de decepción o de críticas mordaces, el hombre aumenta su ansiedad para las próximas veces, lo que todavía empeora más el problema.
Las causas de la eyaculación precoz son múltiples. Cualquier circunstancia que provoque ansiedad en el momento de la relación sexual puede actuar como desencadenante. Los varones que aprendieron la sexualidad con prostitutas pueden haber “grabado” la pauta de que “cuanto más rápido, mejor”, habida cuenta de que la prostituta felicita a su cliente cuando éste acaba deprisa (le resulta más rentable).
Los adolescentes que han mantenido relaciones de caricias (el llamado “peeting”), pero que, al mismo tiempo, han adoptado pautas sociológicas que minimizan el papel de la mujer, también están expuestos a “grabar” en sus mentes la respuesta de eyaculación precoz. En tales pautas de “peeting” los adolescentes se besan, acarician y frotan entre sí (muchas veces vestidos) hasta que el varón eyacula. Si la chica, en estos casos, se siente orgullosa de haber hecho eyacular a su noviete, sin preocuparse por ella, está “grabándole” a él la actitud de dar un valor preeminente a la rápida relajación sexual del hombre.
También el llamado “coitus interruptus” (retirar el pene durante el coito para no eyacular dentro de la vagina) provoca trastornos de este tipo. El hombre no siente la necesidad de aprender a controlar su eyaculación. Cuando la siente llegar, se retira, y a otra cosa. La mujer, que se fastidie. A la larga, la rapidez eyaculatoria irá dando paso a la eyaculación precoz.
En otras palabras: todas las pautas de relación sexual que relegan el papel de la mujer, pueden acabar estimulando la eyaculación precoz del hombre. A la larga, las mujeres, también se rebelan ante el hecho de “ser utilizadas sexualmente”, usadas antes que amadas.
El remedio casero de “no tocar” al hombre en el precoito, resulta difícil y angustiante. Si el varón se esfuerza por “pensar en otras cosas”, a la larga, lo que desarrollará será una impotencia, o, lo que es paradójico, una eyaculación precoz más rápida, casi espontánea.
¿Cuál es el tratamiento adecuado?
Cuando tratamos a parejas cuyo miembro masculino sufre eyaculación precoz, lo primero que hacemos es centrar el problema concreto de la pareja, no sólo en el aspecto sexual, sino en cuanto al conjunto de la comunicación entre ellos. Si estos aspectos no sexuales están deteriorados, se les induce a resolverlos por la vía de los “pactos”. Simultáneamente se inicia lo que podríamos llamar la “terapia sexual”.
La información adecuada acerca de la fisiología sexual es imprescindible para resolver cualquier problema. Una primera fase de la terapia, muy a corto plazo, es la explicación detallada del problema, de por qué se produce, y de cómo la ansiedad es su factor más determinante.
Se les instruye en la práctica de la “focalización sensorial”, expuesta en el capítulo anterior. Recordemos que las primeras experiencias de focalización, dos o tres en estos casos, excluyen las caricias genitales.
A partir de la tercera o cuarta vez, las caricias corporales se siguen de la estimulación genital. En esta fase, lo mejor es que el hombre se coloque echado, boca arriba, y la mujer sentada. La mujer estimula el pene, y se pasa a la técnica maestra para el control de la eyaculación precoz. De las distintas técnicas existentes, expondremos la de Helen Singer Kaplan, llamada de “parada y arranque”, basada en las de Masters y Johnson:
La mujer estimula manualmente el pene. Cuando el varón siente acercarse la inminencia eyaculatoria, avisa, y la mujer se para. Ello provoca la “pérdida de la urgencia” en eyacular. Tras unos segundos de “parada”, se vuelve a “arrancar” con las caricias. Y así, una y otra vez hasta que la pareja va “grabando” su capacidad para el control eyaculatorio.
Estas paradas y arranques deben realizarse en pareja, y lo mejor es que se trata de parejas estables o muy bien avenidas. No es un tratamiento que pueda efectuarse si acude a la consulta solamente el hombre.
La primera fase se realiza mediante la estimulación manual, para pasar más adelante a la segunda fase, durante el coito con la posición femenina superior.
Los terapeutas sexuales mantienen sesiones periódicas con la pareja, para constatar sus adelantos, evaluar los problemas que se producen y orientarles a resolverlos sobre la marcha.
Disfunción eréctil masculina
Este es el airoso nombre que se emplea para no decir “impotencia”. Siempre queda mejor ser un disfuncional eréctil que no un impotente. Estos cambios de terminología tienen su utilidad, por cuanto se trata de evitar el empleo de “etiquetas” que parecen marcar a los individuos. no se trata de que alguien sea “disfuncional eréctil”, sino que decimos de él que padece una disfunción eréctil, posiblemente circunstancial.
En el momento en que un varón no yergue su pene, cuando más lo necesita, suele sentirse atribulado, o incluso destrozado. Este tipo de trastorno puede ser orgánico, por lo que parece prudente consultar, en primer lugar, al médico especialista en este tipo de miserias: el especialista en andrología (de la palabra griega andrós, hombre). Es el equivalente del ginecólogo para los señores.
Las disfunciones orgánicas de la erección pueden ser debidas a enfermedades circulatorias o neurológicas. En estos casos es menester comprobar si el hombre tiene o no tiene erección, por ejemplo, durante el sueño, o durante su excitación con algún elemento (revistas, películas...) excitante (disculpen la repetición).
Lo correcto, en tales casos, es colocar en el pene un anillo conectado a un medidor de presión (parecido al manguito con que, en el brazo, miramos la presión arterial) y reseñar el comportamiento del atributo fálico, bien durante el sueño, bien cuando se le pone a trabajar en las labores propias de su sexo (nunca mejor dicho).
Si el bicho levanta cabeza, no se trata de un problema orgánico. Pero si su alzamiento no es lo glorioso que debe ser un glorioso alzamiento, o brilla por su inexistencia, hay un "antes" y un "después" de Viagra. Antes, el andrólogo se frotaba las manos pensando en las tandas de hormonas, inyecciones y, a lo mejor, operaciones quirúrgicas, que le suministraría al portador del humillante cabizbajo. Digamos, entre nosotros, que los tratamientos andrológicos suelen ofrecer resultados favorables, y que, a las malas, se implantan unas prótesis de silicona (o similares) que remedan antiguos esplendores con toda la propiedad necesaria.
Después de Viagra (septiembre de 1999) este benéfico medicamento viene a ser el tratamiento de elecció de casi todas las disfunciones eréctiles cuyo dueño pueda pagárselo. Debe ser recetado por el médico, tras comprobar que el paciente no sufre ninguna enfermedad que contraindique el invento. Digamos que, por ahora, son amplia mayoría quienes pueden beneficiarse de Viagra y que su uso no es peligroso para personas normales. Bien es verdad que algunos usuarios han muerto durante un coito tras haber ingerido Viagra, pero en absoluto en mayor porcentaje que quienes acceden al fornicio sin haber tomado medicación alguna. Recordemos que el orgasmo, aparte de placentero, es peligroso en hipertensos, arterioscleróticos, asmáticos y cardíacos. No digamos si, además, son Príncipes de la Iglesia como cierto Cardenal francés que, en la década de los sesenta, pasó a peor vida mientras holgaba en la cama de un prostíbulo parisien en compañía de una complaciente monaguilla. La foto de su ilustrísima, en pelota y tieso como una mojama, con las vestimentas púrpuras todavía en la silla, apareció en un maligno semanario satírico ("Le canard enchainé"), lo que puso en aprietos al episcopado cuyo comunicado de prensa rezaba que el prelado había muerto tras haber recibido los santos sacramentos y la bendición apostólica. En la década de los sesenta no existía la Viagra. Los obispos actuales jamás la toman, al menos sin haberla bendecido antes y la tragan con unos sorbos de agua bendita, a ser posible del río Jordán.
Cuando el problema no es orgánico, resolveremos que se trata de una disfunción eréctil de causa psicológica (más del 90 %) y que su tratamiento pasará por las manos (es una forma de hablar) del psiquiatra, o psicólogo, especialista en sexología.
Un episodio de disfunción eréctil, lo que se dice un episodio, lo habrá tenido casi todo el mundo. Uno, o más. Depende de si uno está cansado, aburrido o tenso. Se llama "gatillazo" en lenguaje vulgar, aunque los españoles lo solemos denominar "Nunca me había pasado". Lo malo es si, en ese episodio, que podría ser circunstancial y esporádico, el portador de la negligente herramienta se angustia en exceso. De circunstancial y esporádico lo va a convertir en un comportamiento habitual y desesperante.
Lo que acontece, en tales casos, es que el gato escaldado del agua fría huye. El hombre que ha visto fallar su arma, puede desarrollar tal ansiedad de anticipación que, a la próxima, está más por comprobar si se le levanta o no, que por la faena real en que debe sumergirse.
La erección no es un acto voluntario. No puede uno chasquear los dedos y decir “¡Arriba!” para conseguir que su viril miembro salude brazo en alto. Quien así hiciera podría ganarse la vida en un cabaret. Lo habitual es que el pene despierte y se anime cuando su poseedor inicia actividades mentales y físicas que comportan una excitación sexual.
Pero si uno, en lugar de excitarse, con lo que se tercie, está ensimismado en lo que acontece en su entrepierna, poca cosa va a conseguir. No digamos si, además, se llena la cabeza de preguntas angustiadas (“¿Qué pasará? ¿Podré, o haré el ridículo? ¡Dios mío, que no se me levanta!, etcétera”)
En lugar de ser el protagonista de la situación sexual, se convierte en un espectador desasosegado, que no disfruta de nada y que padece por todo... muy especialmente por el todo (o nada) de su pequeño y traidorzuelo adminículo.
Si la mujer colabora con preguntas suspicaces (“¿Qué demonios te pasa?... a saber dónde has estado hoy...”), o insolentes (“¿Te haces viejo?”), o demoledoras (“¿Es que ya no te gusto?”) la ansiedad del hombre alcanza grados de apoteosis. Sudando tinta y con sensación de pollo capado, no sabe dar ninguna explicación y acentúa sus sentimientos de miedo, cuando no de vergüenza.
O se pone remedio al desaguisado, o la disfunción eréctil se perpetuará, adquiriendo vida propia.
Cuál es el tratamiento adecuado de la disfunción eréctil?
1. Eliminación de la ansiedad y restablecimiento de la confianza. Es necesario detectar los mecanismos inhibidores, los temores, las ansiedades, los pensamientos negativos, las dudas, etcétera. El paciente y su pareja deben recibir explicaciones muy detalladas que les permitan comprender el desarrollo de una disfunción eréctil, y los errores que normalmente se cometen en forma de ansiedad, preguntas no pertinentes, entrada en el rol de espectador. En suma, todo cuanto hemos explicado en el capítulo precedente.
2. Abstinencia sexual previa. Se recomienda a la pareja una abstinencia de relaciones sexuales, durante un periodo variable entre 1 semana y 1 mes. La duración del periodo dependerá de la ansiedad que hayan desarrollado. La abstinencia se refiere al coito, y a cualquier maniobra que intentase provocar la erección del hombre. En cambio, se instruye a la pareja para efectuar ejercicios de focalización sensorial.
3. Focalización sensorial (prohibiendo coito y eyaculación). Con ello les animamos a practicar un sexo no exigente, y no centrado en objetivos que exigirían una erección. Si durante las experiencias de focalización se produce una erección, bien venida sea. Pero no intentaremos provocarla en esta primera etapa.
4. Estimular el “egoísmo”. En esta fase, el hombre y la mujer son instruidos acerca de que, durante la focalización, el miembro de la pareja que recibe las caricias debe actuar en forma “egoísta”, en el sentido de centrarse únicamente en su propio placer. Incluso entregándose a fantasías eróticas. La fantasía erótica, en estos casos, actúa como “elemento bueno de distracción” que actúa como pantalla para que “no pasen” los “elementos malos de distracción”, o sea, los pensamientos angustiados o las preguntas que uno mismo se hace y que le apartan de la situación erótica.
5. Iniciar estimulación manual. Como culminación del proceso de focalización, se permite el abordaje de los genitales. El pene se acaricia, de forma no exigente (no vamos todavía a buscar el orgasmo).
6. Pasar después a estimulación vaginal, pero sin intentar el orgasmo, las primeras veces. Es interesante iniciar la estimulación manual, y si hay erección, introducir el pene en la vagina, para mantenerlo unos segundos , sacarlo y reinicial la focalización sensorial prescindiendo de si la erección se mantiene o no. Si estos ejercicios se realizan con la necesaria tranquilidad, poco a poco la erección recuperará su automatismo. Al dejar de pensar en ella, volverá a ser lo que debe ser: un acto automático, reflejo del placer sentido.
7. Viagra. En dosis única de 50 mg media hora antes del jaleo. Requiere consulta médica previa, para poder echar las culpas a alguien si el tiro sale por la culata. Ya hemos dicho que no es especialmente peligrosa pues su acción es casi específica dilatando las arterias de la zona pudenda, donde se incluye el pene. La Viagra no produce erección más que cuando el medicado se encuentra en funciones propias del sexo. Si el plan falla, no hay que temer por una erección incoercible (todo lo más, por haber gastado el dinero en vano).
Eyaculación retrasada
Es lo contrario de la eyaculación precoz. En este tipo de disfunción, el hombre tarda más de la cuenta en eyacular y, más de una vez, no llega a conseguirlo. No es raro que las relaciones sexuales acaben con los participantes agotados y sudorosos, a la par que frustrados.
La eyaculación retrasada se relaciona con ansiedad, la cual puede venir despertada por una gran cantidad de factores. Las escalas de valores extremadamente rígidas en temas sexuales y que crean sentimientos de culpabilidad sexual, son las invocadas en primer lugar. Pero también cualquier situación de tensión y miedo, agresividad reprimida hacia el compañero sexual, temor al abandono... pueden acabar en una eyaculación retrasada.
Los antidepresivos modernos también pueden ser causa de eyaculación retrasada, desaparecida u olvidada.
¿Cuál es el enfoque para el tratamiento?
La primera fase consiste en la eliminación de la ansiedad. Para ello, nada mejor que la prohibición del orgasmo masculino en los primeros compases del tratamiento. La eliminación de la “necesidad de eyacular” hace que la situación sexual de la pareja sea más relajada, no exigente.
La segunda fase consiste, cómo no, en el desarrollo de la focalización sensorial.
En una tercera fase, el varón es estimulado al logro del orgasmo de acuerdo con sus posibilidades (por ejemplo: saliendo de la habitación y masturbándose).
En una cuarta fase, la intervención paulatina de la mujer en la situación de orgasmo llevará a la participación de la pareja en actividades que puedan culminar en una eyaculación normal.

DISFUNCIONES SEXUALES DE LA MUJER
Disfunción orgásmica femenina
La ausencia de orgasmo en la mujer llega a alcanzar hasta el 63 % en las relaciones sexuales de pareja. La consideramos primaria si la mujer nunca ha tenido orgasmo. Sería secundaria, o situacional, en mujeres que, habiendo tenido orgasmos, sienten dificultad notable o imposibilidad para alcanzarlos en el transcurso de la relación de pareja.
La ausencia primaria de orgasmo significa que la mujer nunca ha tenido un orgasmo. Algunas mujeres ni siquiera lo han intentado. No conocen la masturbación, o bien, conociéndola, no les resulta en absoluto atractiva.
En estos casos no hay más solución que el aprendizaje mediante automasturbación. En esta situación se produce el máximo de tranquilidad, así como una total ausencia de exigencias por parte de tercera persona. Existen mujeres que, aún así, no son capaces de relajarse lo suficiente como para llegar al orgasmo. En estos casos se recomienda el empleo de un vibrador. Las mujeres son aleccionadas a comprar un vibrador (los hay en los grandes almacenes, en la sección de cosmética, como “aparatos de masaje corporal”) y a colocarlo apretando el clítoris (no introduciéndolo en la vagina). El tiempo será más o menos largo, pero a la larga provocará el orgasmo. Las primeras veces puede ser necesario un tiempo muy largo, de más de 45 minutos. Más adelante irá disminuyendo.
De todas formas, es necesario insistir en la resolución de los temores inconscientes, mediante la pertinente psicoterapia en los casos en que ello sea necesario.
También deben ser instruidas las mujeres en la manera de evitar la distracción durante la actividad sexual. Un consejo frecuente es el de desarrollar fantasías eróticas, las cuales actúan como “superdistracción” ante los pensamientos “distractores”.
Se instruye también a la mujer en el empleo de factores musculares (presión de los músculos perineales y de los muslos) como manera de ayudar en la obtención del orgasmo.
Una vez aprendido el mecanismo de obtención del orgasmo, se pasa a la transferencia de lo aprendido a la situación heterosexual.
En la disfunción orgásmica situacional, es decir, la aparecida en mujeres que, habiendo alcanzado orgasmos, tienen dificultades a partir de un cierto momento o con una determinada pareja, el tratamiento se aborda como una dificultad propia de la pareja.
Nuevamente insistiremos en la necesidad de resolver los conflictos subyacentes, los problemas de comunicación entre la pareja, así como los malentendidos que puedan existir en relación a sus deseos sexuales.
Una vez comprobado que el problema se debe únicamente a cuestiones puramente sexuales, se pasa a técnicas concretas. El aumento de la estimulación antes del coito resulta la técnica más importante. Se trata de no iniciar el coito antes de haber obtenido una gran excitación. Puede ser interesante aleccionar a la pareja a obtener el primer orgasmo femenino mediante caricias, antes de intentar el coito-
La estimulación clitorídea y coito combinados aumenta las posibilidades de estimulación durante el acto sexual. El clítoris debe ser estimulado con la mano, y, para ello, resulta adecuada la posición superior de la mujer (montada a horcajadas sobre el varón).
Vaginismo
Consiste en la aparición de dolor y contractura muscular de la vagina, durante el acto sexual. Si únicamente aparece dolor, sin contractura, se emplea el término de “dispareunia”.
En ocasiones el vaginismo se acompaña de inhibición del deseo sexual. En otros, las mujeres son capaces de excitarse sexualmente, e incluso de tener orgasmos mediante la estimulación clitoridiana.
Las causas son múltiples. Cualquier estímulo desagradable que se asocie a la realización del acto sexual puede desembocar en un vaginismo.
En el tratamiento se deben abordar las causas subyacentes, aunque no siempre resulta fácil determinarlas. Independientemente de ello, es necesario un abordaje sexual encaminado a conseguir la inhibición del reflejo vaginal de contracción.
Para ello se emplea un tratamiento ginecológico consistente en la inserción suave en la vagina de catéteres graduados, empezando por los de tamaño más pequeño. Es importante la participación del varón en el momento en que la mujer sienta disminuir su ansiedad, como paso previo a la transferencia de lo aprendido a la situación de relación en pareja.

Sexo de verano
¿Es efecto de la estación? ¿Se debe a la mayor prodigalidad en la exposición de los cuerpos? Verano es época de contactos humanos, y, por tanto, sexuales. ¿Cuáles son las ventajas y los riesgos?
La conducta sexual es muy variada y depende de muy diferentes factores. La biología de cada cual, sus sentimientos de identidad, sus experiencias vitales, etcétera, condicionan la forma cómo el individuo entiende y desarrolla su sexualidad.
La manera en la que una persona siente atracción hacia otras puede ser muy variable. La atracción puramente física suele llevar a una relación pasajera. Verano, época de solaz, cambios de ambiente y prodigalidad en destapar los cuerpos, favorece este tipo de contactos ocasionales. Sólo es necesario que dos personas con deseo de contacto físico, y orientaciones sexuales complementarias, se encuentren y se pongan de acuerdo en mantener relaciones sexuales placenteras para ambas.
Riesgos: no todas las personas tienen las cosas claras. Algunas buscan amor, afecto, el amante perfecto, o las compensaciones de sus necesidades neuróticas. Las relaciones esporádicas no cubren estas expectativas por lo que no proporcionan felicidad o seguridad a este tipo de personas. Por el contrario, son causa de malestar y ansiedad, especialmente si van seguidas de sentimientos de culpa.
Otros riesgos: los de tipo físico. Las personas con mayor actividad sexual pueden incurrir en conductas de riesgo si no toman las precauciones necesarias. El condón, masculino o femenino, es de obligado uso en relaciones que pongan en contacto mucosas (coito, sexo oral, sexo anal).
Las conductas de riesgo más frecuentes son:
1. Contactos con personas dedicadas a la prostitución. Más del 50 % de personas dedicadas a la prostitución, en nuestro país, están infectadas del SIDA. En según que países (centro de África, Tailandia) la infección por SIDA oscila entre el 70% y el 95 % de personas dedicadas a la prostitución.
2. No emplear preservativo en contactos esporádicos. Los adolescentes, en especial, se consideran grupos de riesgo a causa del descenso en la edad de iniciar las relaciones sexuales (13 - 14 años) y por su falta de formación en técnicas de bajo riesgo.
3. Promiscuidad. Hacia mediados de los 80 se llegó a calcular alrededor de 20 el número de contactos esporádicos que un homosexual activo practicaba diariamente, en San Francisco. La homosexualidad sin promiscuidad, o con las precauciones adecuadas, no constituye un factor de riesgo.
Lo anormal (Perversiones)

Cada apartado de "perversiones" está precedido por un diálogo entre dos personajes antitéticos, que nos sirve para subrayar cómo la realidad puede ser interpretada de maneras muy distintas. No nos afectan los hechos en sí, sino la forma cómo nosotros los vemos, como muy bien decía Epicteto, filósofo griego del siglo II A. J.C. y, además, estoico.
Mis personajes, el Ángel y el Oso, me fueron revelados mientras leía escritos relacionados con el "nonsense", estilo literario basado en el juego entre conceptos ilógicos, cuya cima yo sitúo en Lewis Carroll. En la revista periódica "Madrid Cómico" del siglo XIX se publicó este poema, paradigma también del nonsense patrio:
Un Angel en el cielo
pidió a San Agustín un caramelo,
y un Oso en la Siberia
mordió a un viajero y le rompió una arteria.
Los ángeles y los osos
han resultado siempre fastidiosos.
Mi sorpresa fue cuando, accidentalmente, conocí a ambos fulanos. Me los encontré en uno de mis paseos por los Pirineos leridanos. Al parecer, el Angel fue expulsado momentáneamente del paraíso a causa de su irreverencia. El problema es que, en la eternidad, el concepto de momentáneo puede ser bastante relativo. El Oso, también allí exilado, no anhela en exceso abandonar las altas cumbres, habida cuenta de que, entre los responsables del turismo ruso, no ha sido bien vista su travesura. La elección de un punto pirenaico español derivó, en el primer caso, de la relativa buena prensa de nuestro país ("La Católica España") entre quienes de eso entienden, y, en el segundo, del predicamento que nuestras tierras ostentan entre las mafias rusas, verdaderos elementos de presión en esa inquietante unión de repúblicas (o lo que sea).

El Ángel y el Oso, desde su excelente punto de visión, contemplan displicentes, aunque no ajenos, lo que sucede en el mundo. La entrañable costumbre de muchos excursionistas de tirar papeles en la montaña les alcanza una cantidad de prensa que no envidiaría una hemeroteca. Para matar el tiempo discuten pacíficamente acerca de las noticias que les intranquilizan. El pacifismo, en este caso, es un tanto forzado, aunque explicable: el Oso no desea comprometer su posible ida al cielo (le encantaría conocer a San Francisco) y el Angel, bien que el Oso le disgusta por su olor y por su aspecto poco tranquilizador, no quiere cometer otra frivolidad como sería dar plantón al Oso, o tirarlo por un precipicio, como quien no quiere la cosa, empujándole disimuladamente con un ala.
El Ángel, aunque ingenuo, es bastante rígido en cuestiones de moral. El Oso, aunque silvestre, es un posibilista escéptico, y un tanto socarrón.
No tuvieron reparo en hablar conmigo ni en contarme sus cuitas. La mayor parte de los excursionistas les suponen hippies acampados, rarito el Ángel tan rubito y aniñado, y no menos raro, por velludo y desaliñado, el Oso. No suelen acercárseles sino los niños, los cuales son llamados por los padres, de inmediato.

Los lugareños de los pueblos cercanos, no se acercan por las cumbres. Si los campesinos reconocieran al oso como tal, acabarían pegándole un tiro por si estaba allí respondiendo a tenebrosos planes ecológicos. Los campesinos piensan, probablemente con acierto, que se empieza soltando osos y que se acaba vacunándoles o, lo que es peor, haciéndoles lavar los pies al menos una vez por semana.

Top
"Perversiones" es el nombre (hoy en desuso, pero muy ilustrativo) que se empleaba en los tratados clásicos, y hasta mediados de este siglo. He elegido el nombre de "perversiones" a sabiendas de que según quien va a fruncir el ceño. Podría haber hablado de "anomalías", término piadoso (pero menos) con que se referían al asunto los intelectuales de los años cuarenta y cincuenta. O de "diversiones", boutade habitual en los sesenta, en los que era ingenioso decir que la única perversión que merecía tal nombre era la castidad. O de "parafilias" (de unas palabras griegas que significan "atracción por lo diferente") y que es, hoy en día, el empleado en las clasificaciones médicas al uso, incluyendo la que propicia la "Organización Mundial de la Salud".
Si nos damos cuenta, los nombres antiguos sugerían un punto de rareza, cuando no de descarrío moral. Hoy en día, en parte por imperativos legales, y en parte porque los parafílicos son muchos y no es cosa de enemistarse demasiado con ellos, se acentúa más el hecho de "ser distinto", aunque no por ello vicioso, abyecto o disoluto.
Algunas preferencias sexuales tienen excelente imagen. La homosexualidad, por ejemplo, no aparece como parafilia, por ninguna parte, en las clasificaciones serias. De ser una perversión y un pecado nefando, pasó a ser, primero, una anomalía, más tarde una parafilia y, hoy en día, una opción dimanada de la libertad individual.
No nos pelearemos por eso. Insisto: Recuerden, por favor, que la palabra "perversión" en el título de este libro es más festiva que infamante. En el Diccionario de la Lengua Española se advierte que "pervertir" es, entre otras cosas, "perturbar el orden establecido", pero también "dañar con ejemplos el gusto".
Críticos, censores y optantes de piel fina, entiendan que lo que yo hago es eso último: dañar el gusto de quienes lo tienen distinto a mí, los cuales, por otra parte, tienen todo mi respeto si creen cosas diferentes
Vaya un homenaje para uno de los tratados clásicos de sexología, la impresionante "Sessuologia" del profesor Rinaldo Pellegrini (Edit. Cedam, Padua, 1967; en español "Sexuología", Edit. . Morata, 1968). Su clasificación de las "perversiones", su erudición y su sentido del humor (ignoro si voluntario o involuntario) han dejado su huella en este modesto trabajo.
Aclarando conceptos
El Angel y el Oso pasean por las alturas. Andando distraído, el Oso ha tropezado con un árbol.
Oso: ¡Coño!
Angel: No quisiera parecer remilgado, pero encuentro su sexológica interjección harto ordinaria, cuando no inadecuada.
O: Me habló usted de no mentar el nombre de Dios en vano, pero nada me dijo acerca de mentar el sexo. ¿Tiene Dios sexo?
A: No añada irreverencia. a la palabra soez. Dios, como nosotros los ángeles, no tiene sexo. Su mención del elemento genital femenino es necia en sí, pero no alcanza categoría de blasfemia.
O: Nada más lejos de mi intención. Pero ¿no hizo Dios al hombre a su imagen y semejanza? ¿No incluye eso el sexo?
A: Cambió algunos pequeños detalles. Unas pinceladas estéticas, ¿comprende?
O: Pues el día que hizo a los osos no estaría de tan buen humor...
A: No siga por este camino. Ya sabe usted que el oso, cuanto más feo más hermoso.
O: Pues encima tendré que darle las gracias. Volviendo al sexo... ¿qué opina usted de las manías que les dan a los humanos en cuanto a menesteres eróticos? Los moralistas parecen no estar muy de acuerdo con estas variaciones..
A: Y en eso les alabo. Casi todos los ejercicios sexuales son contrarios a las leyes de la naturaleza que, en el fondo, han sido dictadas sabiamente desde lo más alto.
O: ¿Qué quiere decir contrario a las leyes de la naturaleza?
A: Antinatural. Todo lo antinatural es nefando.
O: Con mis mayores respetos, hay cosas poco naturales, con las que no se meten los moralistas. Los bolígrafos por ejemplo. Que yo sepa no crecen bolígrafos en la madre naturaleza.
A: Usted toma los rábanos por las hojas. Los bolígrafos son cosas útiles, a la par que no son fuente de goces insanos. Yo me refería mayormente a las cosas del apetito genésico, vulgo descoco o rijo
O: Qué le diría. Hay cosas que, sin ser genitales ni fuente de goce insensato, no parecen salutíferas que digamos. Los misiles por ejemplo, y no he oído a demasiados moralistas dándole caña a los misiles.
A: Los misiles pueden servir para guerras santas...
O: En la antigua Yugoslavia se dieron un hartón de matar niños con misiles. ¿Es menos insano que si fueran niñas, y que las hubieran violado?
A: Pues es del todo cierto cuanto usted dice. Fíjese que, muertos los niños, irán al cielo. Violadas las niñas, hubieran podido caer en la tentación de consentir para evitar ser degolladas, lo que las habría colocado en grave transgresión de los mandamientos.
O: Según lo que usted dice, el pecado hubiera podido ser más grave si las hubieran violado por el lado indebido, o sea, anormal.
A: Exacto. Los pecados contranaturales son más pecado, con lo que el hipotético consentimiento de las niñas hubiera sido una severa transgresión de las leyes naturales, grabadas en el corazón de todos los humanos.

Top
Normalidad y anormalidad
Cuando nos metemos en el berenjenal de hablar acerca de conductas "anormales", debemos definir primeramente qué entendemos por normal, y qué entendemos por anormal.
"Normal" y "anormal" pueden expresar diferentes cosas, según las personas que lo manejen. Pasa como con el concepto de "verdad", que también puede ser muy subjetivo. A menos que se trate de hechos incontrovertibles, cualquier acto susceptible de ser interpretado da lugar a opiniones distintas, a diferentes "verdades" y a diferentes "normalidades" según quien sea el intérprete, y según cuales sean sus ideas.
Veamos cuales son los conceptos más frecuentes de normalidad:

1. Normalidad convencional. También llamada, según los autores, normalidad a priori, prefijada, establecida, concertada, etcétera. Es la normalidad "decretada", bien por las leyes, por las costumbres, por los preceptos éticos o por quien disponga de poder para decretar normalidades. Los límites de la normalidad convencional son variables, según sociedades, culturas o épocas. La homosexualidad pederástica (mariconerías con niños, vaya) en varones, por ejemplo, era bien vista en la Grecia clásica. Hoy en día los pederastas son perseguidos con saña, hasta cuando se comunican a través de Internet.
2. Normalidad estadística. Es la más cómoda. Lo que haga el 66 % de una población, se considera normal. Es una "normalidad" útil para materias poco comprometidas: nadie se enfada si le dicen que su inteligencia es normal. En asuntos más peliagudos, la normalidad estadística puede ser un arma de dos filos. Una estatura "normal" puede ser un desastre para una adolescente que quiere ser modelo. En cuestiones sexuales, no hay quien se aclare, en parte porque no hay estudios estadísticos actualizados, y rigurosos, acerca de qué es estadísticamente normal en cuanto a comportamientos de esa naturaleza. Saber si algo es "normal" o "anormal" desde el punto de vista estadístico, requiere que se hayan efectuado los pertinentes estudios estadísticos y sociológicos acerca de ese algo.
3. Normalidad funcional. Lo que funciona bien, es normal. Este tipo de normalidad es la que se emplea, por ejemplo, en medicina. Puede ser diáfana en cuestiones concretas y muy orgánicas, como es el funcionamiento del hígado. Pero puede llevar a discusiones similares a las que plantea la "normalidad convencional" cuando se trata de decidir que significa "funcionar" bien en cuestiones mentales y, no digamos, sexuales.
"Anormal" es lo que no es "normal". Para saber a qué atenernos, cuando alguien dice de algo que es anormal, debería explicar muy claramente qué entiende por normal, y qué concepto de "normalidad" emplea.
Anomalía
La palabra "anomalía" es sinónima de anormalidad. Ambas palabras proceden del mismo vocablo griego (anomalos "irregular").
"Anomalía" es una palabra que parece más culta que "anormalidad", y es la que se ha empleado, hasta la saciedad, para definir conductas sexuales "anormales".
Natural y antinatural
"Natural", en puridad, quiere decir "perteneciente a la naturaleza". Lo que pasa es que es una palabra con muchos significados. Por ejemplo: hijo adulterino ("hijo natural"); espontáneo, llano, sincero ("es natural, habla con naturalidad"); sencillo, sin lujo ni ceremonia ("los trató de forma muy natural"); no extraño ni raro ("es natural que esto ocurra"); no censurable ni condenable ("su conducta fue la natural en estos casos"); normal ("es natural que haga frío en invierno"); propio ("la dureza es natural en la piedra"); instintivo ("es natural retirar la mano ante el fuego"); nacido en el país, indígena ("es natural de Dinamarca"); carácter, manera de ser ("es de natural bondadoso"); etcétera.
Es frecuente que ignorantes embrolladores manejen el vocablo como sinónimo de "normal", pero aludiendo a la primera acepción ("perteneciente a la naturaleza"). En cuanto a conductas sexuales, los defensores de lo "natural" pueden hallarse en todas las facciones. Desde quienes predican que lo único "natural" es la procreación pura y dura, hasta los que designan como "natural" cualquier modo de solaz, basándose en que nada puede haber más "natural" que la forma de fornicar propia de los animales y de los sujetos de las hordas primitivas.
Otros subversivos de lo "natural" son esos cretinos que nos dicen que "hay que hacer vida natural", pero que no renuncian al coche, a los bolígrafos, al teléfono o al preservativo de caucho sintético. Son también esos que reniegan de cualquier píldora, y que cantan las virtudes "naturales" de las plantas (por mí, pueden prepararse infusiones de acónito o de cicuta, bellas plantas las dos, y zamparse cuantas amanitas faloides encuentren por el campo). Son, en fin, los que claman contra los abrigos de pieles en tanto calzan zapatos de cuero (será que las vacas son hijas de peor madre que las focas).
La llamada "ley natural", de "natural", nada. Es un invento de Sócrates, filósofo griego empeñado en que todo quisque pasase por la piedra de una regla de conducta que él definía como universal y razonable. Su discípulo Platón profundizó aún más en esta idea, entendiendo como valiosa toda conducta sujeta a los valores absolutos de la "ley natural". Como que las teorías de Platón (el mundo de las ideas, o espiritual, el mundo de las cosas, o terrenal, y el alma como elemento integrador de ambos mundos) resultaban compatibles con las propiciadas por la Iglesia, acabaron siendo integradas en el humanismo cristiano. La "ley natural" pasaba a identificarse con los diez mandamientos.
Mayor predicamento tuvo la doctrina su discípulo Aristóteles, especialmente la demostración de la existencia de dios. Cabe decir que los conceptos de "natural" y "no natural" son cambiantes con el tiempo. Aristóteles, por ejemplo, consideraba "natural" que la tierra fuera el centro del Universo. También veía como "natural" la existencia de esclavos. Consideraba "antinatural" la democracia, en tanto que "natural" la monarquía y la aristocracia. La agricultura y la caza eran actividades "naturales", en tanto que el comercio y cualquier trabajo físico, plenamente "antinatural", no debía ser practicado por los ciudadanos libres, cuya actividad "natural" más apreciada debía ser únicamente la vida contemplativa y el goce de los bienes. Para hacer el trabajo, "naturalmente", estaban los imprescindibles esclavos.
"Antinatural" o "contra natura" se emplea cuando alguien quiere señalar alguna conducta impropia. Es curioso que no se emplee en contraposición a según qué acepciones de la palabra "natural". Por ejemplo: si alguien fuera calificado de ser "hijo antinatural" o "hijo contra natura" (queriendo indicar que no era un hijo natural) es probable que no agradeciese con fervor la pretendida lisonja.
"Contra natura" es la expresión clásicamente usada para definir dos pecados graves, o sea, mortales: el de bestialidad (fornicar con animales) y el de sodomía (relación libidinosa entre personas del mismo sexo). El pecado nefando más perverso debe de ser la fornicación con animales del mismo sexo, digo yo.
Perversión
Del latín "pervertere", alterar el orden de las cosas. Perverso, aplicado a personas, significa "malo" o "malicioso". Vocablos afines son: contaminar, corromper, emponzoñar, envilecer, y otras lindezas por el estilo. Las "perversiones sexuales" son aquellas conductas que, ¡cómo no!, derivan de una "inclinación sexual antinatural".
Ya estamos otra vez con las mismas: una "perversión" es algo "antinatural", entendiendo lo "natural" como lo "normal". Ahora bien, ¿qué concepto de "normalidad" hemos de emplear? Si echamos un vistazo a la historia vemos que el concepto de "normal" más utilizado ha sido siempre el de "normalidad convencional", y esto, como lo "natural" de Aristóteles ha sido cambiante con el tiempo.
En el prefacio de este manual ya adelantaba que la homosexualidad, por ejemplo, ha cambiado en cuanto a su concepción social. Antes era el "pecado nefando" por excelencia. De hecho, así se sigue considerando en la mayor parte de las religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo, mahometismo). Pero, en el contexto laico, la homosexualidad se considera una opción más o menos respetable (el más y el menos dependerá de los límites de cada cual) y legalmente reconocida.
Ética y ley
Los límites éticos, a pesar de su aparente inmutabilidad, son cambiantes y los marca cada sociedad. Casi siempre, cada uno de nosotros los adapta a su manera de pensar. Cuando la sociedad incorpora los límites a su legislación, más que de límites éticos deberíamos hablar de límites legales.
Es fácil darse cuenta de lo relativo de la ética, cuando vemos que, en diferentes países, se sustentan éticas distintas: no es igual la ética en un país mahometano que en uno laico, por ejemplo. Ni la ética de los serbios que la de los bosnios, ni la de los budistas que la de los testigos de Jehová.
Cualquier ciencia o materia de estudio, como la sexología, debe ser neutra desde el punto de vista ético. Los avances científicos no son buenos ni malos en sí, todo depende de para qué se usen.
Algunas de las "perversiones sexuales" pueden resultar muy gratificantes para sus iniciados. Es posible, incluso, que no hagan mal a nadie. Ahora bien, si las leyes de un determinado país prohíbenhacerlo debemos respetar este marco legal, independientemente de nuestros criterios personales.
En resumen
Hay que partir de algún sitio. Si partimos de la idea de que "perversión" es algo "antinatural", deberíamos definir, en primer lugar, qué es lo "natural" para nosotros. Si el que definiera fuera el Angel, lo único natural sería la fornicación dentro del matrimonio, entre hombre y mujer, con finalidades procreativas. Es probable que el Oso fuera más liberal, especialmente con algunas formas de bestialismo.
A partir de ahora, manejaremos el concepto de "normalidad" definido por la OMS en cuestiones sexuales. Nos permitimos la licencia de ejercer alguna modificación, tal como incluir la homosexualidad y la masturbación entre las perversiones, tal y como nos fue enseñado en los colegios religiosos de pago.

EXHIBICIONISMO

El Angel y el oso han accedido a la noticia de un exhibicionista que, tras haber mostrado sus impudicias a las niñas que salían de un colegio, fue acosado y derribado por el padre de una de ellas, comisario de policía a mayor abundamiento.
Angel: Hay gente que nace con el don de la oportunidad. El penoso exhibidor entreabrió su abrigo ante unas niñas que, amén de troncharse de risa, avisaron al padre de una de ellas, comisario de la vieja escuela.
Oso: ¿Qué quiere decir de la vieja escuela?
A: Quiere decir que, en lugar de leerle al perverso la hojita aquella de los derechos y de que todo lo que diga puede usarse en su contra, al grito de "la letra con sangre entra" le atizó una somanta de aquí te espero. Ni el pene se libró de los porrazos. Y eso que, al primer segundo de juego, bajó cabeza con celeridad supersónica.
O: ¿Acabó el expositor en el hospital?
A: Y con nota. Aparte de recomponer su cráneo los traumatólogos, los psiquiatras ahorraron mucho trabajo. El descomunal castigo provocó en el artista tal fobia a la exhibición, que, desde entonces tiene trabajo hasta para hacer sus necesidades. Cada vez que abre su bragueta, con honestos fines urinarios, el gusano lúbrico huye y se arruga hasta calidades microscópicas, aparte de que todo su cuerpo entra en ataque de angustia, acaba vomitando y desmayándose, y orinándose encima a mayor abundamiento.
O: Leí no se dónde que algunos exhibicionistas, no contentos con enseñarla, se masturbaban durante la pública presentación.
A: Tan cierto como la vida misma. Uno de mis colegas, púdico ángel custodio, pidió cambio de destino pues le había tocado en suerte un exhibicionista de esos que usted dice. El inicuo acudía a la exposición en coche. Buscaba un balcón o ventana donde apreciara la presencia de una fémina, aparcaba el coche de forma que solamente la elegida tuviera ángulo de visión a través de la ventanilla, y se masturbaba con deleite. Si la mujer se iba, él también marchaba, no fuera a ser denunciado y detenido con las manos en la fálica masa. Pero, en aquellos extraños casos en que la hembra se quedaba a observar el evento, nuestro animador concluía su espasmo en forma gloriosa.
O: ¿Y nunca le pescaron?
A: Unas siete veces, con lo que el Ángel Custodio quedaba hecho unos zorros ante la evidencia de su falla. Bien es verdad que los jueces le soltaban sin cargos las más de las veces y que, en el único juicio que se entabló, acabó con un arresto domiciliario y una módica multa.
O: O sea que el exhibicionismo es una "perversión" menor.
A: Barata sí lo es. El pago se hace en la otra vida. Mi colega Lucifer ideó para los exhibicionistas un castigo infernal de lo más cruel. Además de calentarse en las funestas calderas, se pasan la eternidad enseñando sus atributos a una congregación de personas ciegas.
O: Los osos no tenemos ningún problema para enseñarla.
A: Menos lobos, señor Oso. Ustedes la tienen muy pequeña, y, de tan peludos como son, trabajo cuesta verla.
O: Más en ustedes, señor Ángel, que ni los bizantinos se aclararon acerca de la naturaleza de su místico sexo.
Exhibicionismo ...
...es llamar la atención sobre sí, bien sea por ambición, bien por vanidad, semejando a un pavo real cuando muestra la cola. El exhibicionismo sexual se basa también en mostrar la cola, u otras partes del propio cuerpo que la decencia aconseja cubrirse.
Hoy en día es normal que las mujeres muestren sus pechos en algunas playas, por lo que tal ostentación no suele calificarse de exhibicionismo. Como vemos, todo es cambiante en cuestiones de moral, y cada cosa tiene su lugar. Si la misma señora desplegase sus tetas al aire en un autobús, o, no digamos, en una ceremonia religiosa, lo más probable es que el asunto derivase en escándalo público. ¿Qué decir de los genitales femeninos, propiamente dichos? Nuestras abuelas no los enseñaban ni a sus maridos. Hoy en día no es malo enseñarlos al ginecólogo, pero la exhibición quedaría fatal si, en lugar de a un ginecólogo, se dedicase a un Magistrado del Supremo en plena Sala de Vistas.
Lo mismo cabría decir de los penes masculinos. Se exhiben sin rubor ni malicia en los vestuarios de los gimnasios, y en algunas playas nudistas. Pero si la enseñanza se realiza en otros contextos, especialmente en parques públicos frecuentados por colegialas, el impúdico catequista puede acabar entre rejas o, como en el caso comentado por el Ángel y el Oso, en una unidad de cuidados intensivos.
El exhibicionismo de naturaleza sexual y perversa es algo muy curioso. Pocas veces el ostentoso es un individuo vicioso en otras manifestaciones de su conducta. Casi siempre se trata de varones, aunque algunas mujeres se complacen a veces en dejar entrever sus genitales (por lo general, no de forma evidente). Se trata de sujetos doloridos y sinceramente avergonzados de su propia actitud, que interpretan como compulsiva e ilógica. Acostumbran a hacerlo ante individuos muy jóvenes, y casi nunca del mismo sexo. Los hay que exhiben a hurtadillas, dejando entrever el miembro semioculto tras un indumento (abrigo, gabardina, etcétera). En cambio otros recalcan el hecho, apuntando con una linterna las vergüenzas, para su mejor apreciación.
Uno de mis casos de observación personal, Don Felipe, era un señor de unos cincuenta y tantos años, decoroso y elegante, cuyo modus operandi era el siguiente. Se acercaba a sus víctimas, generalmente mujeres de mediana edad, con la mejor de sus sonrisas y sosteniendo fuera de la bragueta la minina, abatida y cabizbaja. "Señora –decía- ¿podría ayudarme? Me la he cogido con la cremallera de la bragueta y soy un desastre con las cremalleras…" Algunas mujeres, posiblemente azoradas por la mesura y educación del expositor, intentaban ayudarle, con lo que Don Felipe se excitaba de lo lindo y su lánguido artificio entraba en situación de rebelde levantamiento. Decía Don Felipe que lo que mayor goce le daba era la sensación de poder que ostentaba sobre las catecúmenas, así como la cara de pasmo que ellas ponían al ayudarle. Don Felipe tentó la suerte más de lo debido, y fue detenido una vez que intentó la operación con unas menores las cuales, no solamente no le ayudaron, sino que gritaron como posesas atrayendo la atención de unos municipales. De nada le valió a Don Felipe la verosímil explicación ante la jueza que le tocó en suerte. La demostración que efectuó ante Su Señoría, sacándose la minga y enganchándola con la cremallera, le valió un incremento de la pena por una agravante de desacato.
Las modas actuales favorecen ciertas formas de exhibicionismo simbólico, o no tanto. Pantalones ceñidos acentuando la marca de paquete, en varones, y la marca de la vulva, en señoras con mallas, entran dentro de ese campo.
Escotes hay que permiten investigar más allá de lo que la curiosidad puede soportar. En ocasión de la Fiesta del Libro, leí una entrevista efectuada a una autora novel que había firmado ejemplares de su obra en una feria. "Qué asco –decía- había la tira de hombres que, mientras les firmaba, no dejaban de mirarme el canalillo". La muy boba no cayó en la cuenta que los señores no miraban más de lo que podía verse. El colmo de la hipocresía es vestir de forma descocada y enseñante, y quejarse de que los demás miren.
Las transparencias pueden resultar vaporosas, como una demostración de glamour, pero también pueden resultar tan manifiestas como el desnudo más palmario. Hoy en día están de moda las transparencias más indiscutibles, y los desfiles de modelos resultan de lo más excitante. Sospecho que los modistos, muchos de los cuales son maricas, disfrutan ridiculizando a las mujeres, o colocando a los heterosexuales en estado de frustante erección ("las verás pero no las tocarás") en tanto que ellos desarrollan una sensación de poder al no tener tal molesta servidumbre.


Este sitio Web es un lugar de consulta para personas de cultura media, acerca de los conceptos actuales en Psiquiatría, Psicología, Psiquiatría infantil, Sexología, Neurología... todo lo que englobamos bajo el nombre de Neurociencias.
Un lugar informativo
Las informaciones que aquí exponemos tienen, ante todo, una finalidad didáctica e informativa. Sirven también para que Ud. nos conozca y valore. Estaremos encantados de ofrecer nuestros servicios, y de abordar junto a Ud. la resolución de cualquier duda, y la confección del plan de tratamiento para cualquier patología
GABINETE MÉDICO - PSICOLÓGICO EN BARCELONA: INFORMACIÓN COMPLETA.
Telefono: (34) 932 071 800
Esta Web es la página informativa del Gabinete Médico Psicológico del Dr. Juan Romeu, formado por dos Médicos Psiquiatras y ocho Psicólogos.
El Dr. Romeu ha sido Catedrático Agregado de Psicología y Psiquiatría (UAB) y actualmente imparte cursos de máster en la Universidad Autónoma de Barcelona. Puede ver el Blog personal del Dr. Romeu marcando en este enlace.
Nuestro trabajo cubre áreas de Neurología, Psiquiatría de adultos, Infantil, Trastorno Bipolar, TOC, Depresiones resistentes, Drogadicciones, Reestructuración cognitiva, Terapia Sistémica, Sexología, Terapias de pareja.
Siempre con criterios donde priman los resultados y la eficacia. Vendemos un servicio basado en el talento y la profesionalidad. Desde 1970 mantenemos uno de los gabinetes más prestigiosos de Barcelona, con trabajo estrictamente privado (sin seguros privados).
Trabajamos por objetivos, con estricta determinación del tiempo para conseguirlos.

Cada apartado de "perversiones" está precedido por un diálogo entre dos personajes antitéticos, que nos sirve para subrayar cómo la realidad puede ser interpretada de maneras muy distintas. No nos afectan los hechos en sí, sino la forma cómo nosotros los vemos, como muy bien decía Epicteto, filósofo griego del siglo II A. J.C. y, además, estoico.
Mis personajes, el Ángel y el Oso, me fueron revelados mientras leía escritos relacionados con el "nonsense", estilo literario basado en el juego entre conceptos ilógicos, cuya cima yo sitúo en Lewis Carroll. En la revista periódica "Madrid Cómico" del siglo XIX se publicó este poema, paradigma también del nonsense patrio:
Un Angel en el cielo
pidió a San Agustín un caramelo,
y un Oso en la Siberia
mordió a un viajero y le rompió una arteria.
Los ángeles y los osos
han resultado siempre fastidiosos.
Mi sorpresa fue cuando, accidentalmente, conocí a ambos fulanos. Me los encontré en uno de mis paseos por los Pirineos leridanos. Al parecer, el Angel fue expulsado momentáneamente del paraíso a causa de su irreverencia. El problema es que, en la eternidad, el concepto de momentáneo puede ser bastante relativo. El Oso, también allí exilado, no anhela en exceso abandonar las altas cumbres, habida cuenta de que, entre los responsables del turismo ruso, no ha sido bien vista su travesura. La elección de un punto pirenaico español derivó, en el primer caso, de la relativa buena prensa de nuestro país ("La Católica España") entre quienes de eso entienden, y, en el segundo, del predicamento que nuestras tierras ostentan entre las mafias rusas, verdaderos elementos de presión en esa inquietante unión de repúblicas (o lo que sea).

El Ángel y el Oso, desde su excelente punto de visión, contemplan displicentes, aunque no ajenos, lo que sucede en el mundo. La entrañable costumbre de muchos excursionistas de tirar papeles en la montaña les alcanza una cantidad de prensa que no envidiaría una hemeroteca. Para matar el tiempo discuten pacíficamente acerca de las noticias que les intranquilizan. El pacifismo, en este caso, es un tanto forzado, aunque explicable: el Oso no desea comprometer su posible ida al cielo (le encantaría conocer a San Francisco) y el Angel, bien que el Oso le disgusta por su olor y por su aspecto poco tranquilizador, no quiere cometer otra frivolidad como sería dar plantón al Oso, o tirarlo por un precipicio, como quien no quiere la cosa, empujándole disimuladamente con un ala.
El Angel, aunque ingenuo, es bastante rígido en cuestiones de moral. El Oso, aunque silvestre, es un posibilista escéptico, y un tanto socarrón.
No tuvieron reparo en hablar conmigo ni en contarme sus cuitas. La mayor parte de los excursionistas les suponen hippyes acampados, rarito el Angel tan rubito y aniñado, y no menos raro, por velludo y desaliñado, el Oso. No suelen acercárseles sino los niños, los cuales son llamados por los padres, de inmediato.

Los lugareños de los pueblos cercanos, no se acercan por las cumbres. Si los campesinos reconocieran al oso como tal, acabarían pegándole un tiro por si estaba allí respondiendo a tenebrosos planes ecológicos. Los campesinos piensan, probablemente con acierto, que se empieza soltando osos y que se acaba vacunándoles o, lo que es peor, haciéndoles lavar los pies al menos una vez por semana.



VOYEURISMO y PORNOSCOPIA
El Ángel y el Oso discuten acerca del señor M., antiguo industrial lechero, condenado a más de treinta años de reclusión por corrupción de menores. El buen señor, a sus setenta y más años, era un voyeur de pro, que, además, atraía a jovencitas con la excusa de filmarlas para películas educativas. En el registro efectuado en su piso se hallaron cientos de videos con jovencitas desabrigadas. Algunas de ellas inhalando cocaína. El ex-lechero argumentaba que filmaba los videos con intenciones moralistas, para mostrar al mundo lo abyecto de la droga y de la desnudez de las jovencitas. Tal sensata coartada no fue admitida por los magistrados.
Oso: He aquí otro caso de humano tarado, aparte de lechero atípico. Lo normal, en tales artesanos, es que sean condenados por aguar la leche y no por grabar videos de mocitas empelotadas, en funciones de drogadicción.
Angel: La justicia se ha mostrado bastante dura. El venerable anciano aseguraba que lo hacía con fines didácticos. Quería mostrar la parte más execrable del vicio para que los videntes, aterrados, salieran de la sala arrastrándose en busca de confesión.
O: Pues "¡Chapeau !" para los abogados que le aconsejaron tal línea de defensa. Me recuerda al duque de Feria aseverando que si desnudaba niñitas y las bañaba era porque le inspiraban ternura paternal y porque se habían tirado el chocolate por encima del vestido. Los manoseos, en estos casos, perseguirían fines higiénicos y serían expresiones de amor paterno. De padre incestuoso, se entiende.
A: Es usted demasiado malpensado. Resulta poco lógico que un grande de España, o que un gran industrial (que cabe concebir de derechas) mantenga intenciones tan poco edificantes como las que los jueces, en un exceso de rigor, han deducido.
O: Pero es que. al parecer, los videos decomisados nada tenían que envidiar a los que se expenden en los "sexshops", como no fuera porque el tamaño de la méntula del industrial (que también gustaba de aparecer en cueros entre sus pequeñas discípulas) dejaba mucho que desear, en cuanto a volumen, y también en cuanto a color, sobre todo si la comparamos con la de algunos especímenes exóticos habituales de tales videoproducciones.
A: Razón de más para no pensar mal. El industrial moralista aparecía mostrando sus repugnantes vergüenzas para provocar el asco y, por ende, la castidad de los potenciales videntes.
O: Las niñas, en cambio, aparecían alegres. Bien es verdad que algunas de ellas mostraban su alborozo tras inspirar unos polvillos blancos, en tanto que otras exhibían gran placidez tras inyectarse en las venas disoluciones de otros polvillos no menos sospechosos.
A: El fabricante aducía que tales polvos eran bicarbonato del más curativo y saludable que había hallado en las farmacias del barrio.
O: Puestos a aducir, podría haber aseverado que el agua en que se disolvían las partículas inyectables era auténtica agua de Lourdes, y, para mayor Inri, bendita. Ya le decía que la línea de defensa me parecía harto extravagante. Por otra parte, algunas de las niñas, con el tiempo, habían evolucionado hacia penosas degeneraciones.
A: Lo cual merece diversas interpretaciones. Podríamos creer que ello no es sino la demostración palpable de que se trataba de chicas intrínsecamente pervertibles, las cuales, tarde o temprano, habrían caído en el pozo.
O: Su jefe de usted dedicó severas admoniciones a los que escandalizaban y pervertían a los niños.
A: ¿Pero qué decir de las niñas morbosas, pequeñas Lolitas, capaces de enturbiar las almas de buenos cristianos que, en razón de su posición y su edad, merecerían mayores comprensiones por parte de los jueces?. ¿Quién escandalizaba a quién?. ¿Quién pervertía a quién?.
O: No, si acabará diciendo que el Duque de Feria era un casto abstinente que sucumbió a las mesalínicas artes de una pervertida Lolita de cinco años.
A: No me tiente.
O: Y el industrial lechero, por esa regla de tres, habría acabado escribiendo un devocionario con oraciones adecuadas para recitar en burdeles, y cuyo rezo, antes y después de las sevicias con las drogadictillas, infundiría las suficientes indulgencias como para que la exigencia del coito oral se interpretara a manera de acto misericorde calificado tal que dar de comer a la hambrienta.

VOYEURISMO y PORNOSCOPIA
El voyeurismo, también llamado inspeccionismo, es una "perversión" consistente en buscar el placer, de forma preferente o exclusiva, a través de la visión ("voyer" es ver, en francés) de actividades sexuales. Voyeurs hay que gustan de ver escenas reales, bien de forma ostensible, bien de forma secreta. La pornoscopia sería la "perversión", estrechamente ligada al voyeurismo, de buscar el placer, de forma preferente o exclusiva, a través de la contemplación o lectura de material pornográfico (libros, grabados, cuadros, esculturas, películas, videos, etcétera). En los tratados clásicos (en el Pellegrini, por ejemplo) inspeccionismo y pornoscopia se meten en el mismo saco.
Uno de los puntos más turbios es la determinación de qué material es pornográfico, y cuál simplemente erótico. Un bujarrón voyeur, por ejemplo, puede tener suntuosas excitaciones entreviendo penes en un urinario público ("pornoscopia evacuatoria", según Pellegrini). En cambio, nadie en sus cabales apreciaría que tales penes, por lo general encogidos y menguados, puedan ser exhibidos como pornografía per se. Los límites, como en tantas cosas, son los de cada cual, o los que las disposiciones legales aconsejan.
En siglos anteriores las gentes de posición compraban cuadros de pintores famosos, que hoy en día nos parecen de suma candidez, pero que, en la época, eran el no va mas del erotismo perverso. Hoy en día los kioskos de revistas ofrecen una superabundancia de revistas sicalípticas, para delicia de los pornóscopos. Los videos también son numerosos. Proliferan tiendas de sex-shop donde, aparte de comprar videos, revistas, piezas de lencería y prótesis genitales, es posible acceder a cabinas donde más de sesenta canales proveen de imágenes excitantes a quienes allí se encierran, a solas con una caja de kleenex. Las películas cubren todas las perversiones no penadas por la ley. La afluencia de clientes es tal que, si en vez de echar el semen a la basura lo reciclasen, habría material diario suficiente para cubrir las necesidades de todos los bancos de semen del mundo durante varios años. La pornoscopia es una afición mayormente masculina. Las féminas agradecen más las películas e imágenes sugerentes antes que explícitas. De todas formas las señoras que se excitan con la visión de los vídeos pornográficos son tan aficionadas como sus oponentes del género masculino.
El inspeccionismo puede ser secreto, con ventanas interiores disimuladas. Hoy en día se disimulan artilugios de video. Recordamos un caso en el que la cámara se situó en el lavabo de señoras de una discoteca de pueblo, disimulada bajo el lavamanos, y enfocada a la taza del inodoro. El descubrimiento del ingenio, por parte de una usuaria, motivó que su indignado prometido suministrase una tunda de estacazos al licencioso propietario del recreativo recinto. Agujeros en la pared, espectáculos de "peep show", etcétera, son otros de estos interesantes sistemas para acceder a la referida "perversión".
Personas habrá que solamente se excitan cuando saben (o creen) que los observados no conocen su protagonismo. En otros casos, tanto da. Existe también un "inspeccionismo auditivo" que consiste en escuchar conversaciones íntimas, suspiros fornicatorios u otras formas de sonidos que excitan la fogosidad del pervertido (por ejemplo: el intrigante sonido de los somieres del piso de arriba, o las voluptuosas exclamaciones de los vecinos de la habitación contigua en un hotel).
Uno de mis casos de observación personal, Ramón, profesaba un "voyeurismo" peculiar, junto a otra preversión que consideraremos más adelante: el trasvestismo fetichista.
A sus cuarenta y cuatro años Ramón era, sin duda, un hombre de pro. Oficiaba como director y propietario de una empresa textil que, rara avis, no pasaba por ningún atisbo de crisis. Su firma proveía de lencería fina, de gran calidad y atrevido diseño, a numerosas cadenas de distribución orientadas a la gama alta, y, en la misma Italia, cuna del diseño más actual, eran apreciados los prototipos surgidos de la creatividad de su diseñadora en jefe, que no era otra que su esposa Marita, capaz de darle sopas con honda al mejor artista de Milan cuando se ponía a los mandos de su Apple Macintosh.
Dios los cría y ellos se juntan. Ramón era un violento admirador de las lencerías desde su más tierna infancia. A los cinco años había sido sometido a acoso y derribo sexual por parte de una criadita de su familia, de unos dieciseis años, cuya excusa para someter al niño a los más lascivos tocamientos era jugar con él a disfraces. Ramón, Ramoncín en esa época, era confiado a los cuidados de la famulita, la cual se mostraba una verdadera artista en las artes de apaciguar cualquier vislumbre de llanto o rabieta. Ramoncín permanecía extático durante los inocentes juegos, y la familia no paraba mientes en elogiar las virtudes pedagógicas de la moza. Ramoncín, vestido con enaguas, saltos de cama, bragas de colores y otros tipos de saya que la niñera rescataba de los arcones domésticos, era a la par sometido a deleitantes palpamientos en su erecto penecillo, camuflado de miradas indiscretas por la desmesura de los sutiles ropajes. El implícito pacto entre el señorito y su doncella duró unos cuatro años, e incluyó, en las mejores ocasiones, tocamientos y maniobras más abundantes precedidos del desnudamiento de la doméstica, y en cuyos detalles no insistiré para evitar ser acusado de concupiscente por los más púdicos de mis lectores.
Sea como sea, Ramón, durante toda su vida, persistió en la necesidad de calzar alguna ropita interior a la hora de solazamientos y fornicaciones. Su esposa, Marita, no dejaba de apreciar como extremadamente raro tal comportamiento (que descubrió a las primeras de cambio), pero, por otra parte, no dejaba de admitir que Ramón, aparte de sus manías en momentos de efusión, resultaba un buen marido, un buen padre, y un excelente administrador en cuanto al negocio familiar. Marita había heredado tal negocio de su padre, y con sus diseños asistidos por ordenador y las acertadas gestiones de su cónyuge, lo habían colocado como uno de los más exitosos del continente.
Pero, al cabo de casi veinte años de casados, Ramón acentuó, poco a poco, una curiosa derivación de su transvestismo. Raro era el día que no empleaba un sujetador u otro interesante adminículo de similares connotaciones (corpiños, ligueros, etcétera) ya desde primera hora de la mañana. Los llevaba disimulados bajo sus impecables vestimentas de marca, y doy fe de que ni el más suspicaz de sus enemigos, si los tuviere, hubiera conjeturado su presencia. Una ramificación más molesta consistía en su voyeurismo: una perentoria inclinación a clavar su mirada en los cuerpos femeninos, justamente en aquellas partes de las señoras más frecuentemente ceñidas por los ropajes interiores. Mientras lo hacía de soslayo en la calle, no pasaba nada. Más embarazoso resultaba cuando el persistente ojeo se producía en locales cerrados (un restaurante por ejemplo) o en reuniones sociales a las que hubieran acudido en virtud de sus aficiones (eran socios del Círculo del Liceo y del Club de Polo) o por razones de trabajo.
En más de una ocasión, algún marido escamado por la obstinación de Ramón en fijar su apreciativa mirada en las redondeces de una vecina de mesa, le había solicitado con mejores o peores modos que dejara de dar la lata, lo que provocaba redundantes incomodidades y avergonzaba a Marita hasta límites difíciles de soportar.
Por esta razón acudieron a mi consulta. Ramón, en la primera (y única) entrevista, dejó muy claro que él iba allí bastante obligado y que, ya que era quien pagaba, los médicos deberíamos someternos a sus condiciones. Advertía admonitoriamente que si él miraba a las féminas era por razones profesionales (intentaba descubrir los diseños de sus ropas interiores), y que su tendencia a vestir ropajes femeninos era innegociable. Estaba demasiado acostumbrado como para que un hatajo de seudointelectuales se lo desaconsejásemos que, al fin y al cabo, no hacía daño a nadie, y menos a esa pánfila de su esposa que bien servida iba ella con su ración de seis o siete coitos semanales.
Los datos que hemos expuesto del caso nos los había explicado la mujer en una consulta previa. Poco más pudimos sacar a Ramón, que, como es lógico, no fue sometido a tratamiento alguno y que debe de ir paseando su arropada figura por reuniones y saraos, alargando el cuello para entrever los objetos de sus deseos. Espero que haya aprovechado nuestra recomendación de usar unas gafas de chulo, de esas que son espejos por la parte externa, las cuales le reducen la posibilidad de ser descubierto con los ojos en la masa.
Las primeras excitaciones de Ramón se asociaban al empleo de lencerías y encajes. El cuadro, en un principio, consistía en el uso de ropas interiores femeninas para mejorar sus excitaciones en relaciones heterosexuales (fetichismo transvestista). Ultimamente parece derivar en un cuadro obsesivo de voyeurismo. Es una necesidad obsesiva de fijar su mirada en los cuerpos femeninos, lo que, al parecer, no le causa una excitación sexual sino un apaciguamiento de la ansiedad. Otro comentario que nos surje se refiere a la posibilidad de esplendentes excitaciones sexuales a los cinco años, las cuales, en más de un caso, condicionan la forma de expresión sexual a lo largo de la vida. Los ataques sexuales no siempre son vividos por los niños con ansiedad, pero la aparición de trastornos sexuales en la vida adulta es una regla casi inexorable.

Cada apartado de "perversiones" está precedido por un diálogo entre dos personajes antitéticos, que nos sirve para subrayar cómo la realidad puede ser interpretada de maneras muy distintas. No nos afectan los hechos en sí, sino la forma cómo nosotros los vemos, como muy bien decía Epicteto, filósofo griego del siglo II A. J.C. y, además, estoico.
Mis personajes, el Ángel y el Oso, me fueron revelados mientras leía escritos relacionados con el "nonsense", estilo literario basado en el juego entre conceptos ilógicos, cuya cima yo sitúo en Lewis Carroll. En la revista periódica "Madrid Cómico" del siglo XIX se publicó este poema, paradigma también del nonsense patrio:
Un Angel en el cielo
pidió a San Agustín un caramelo,
y un Oso en la Siberia
mordió a un viajero y le rompió una arteria.
Los ángeles y los osos
han resultado siempre fastidiosos.
Mi sorpresa fue cuando, accidentalmente, conocí a ambos fulanos. Me los encontré en uno de mis paseos por los Pirineos leridanos. Al parecer, el Angel fue expulsado momentáneamente del paraíso a causa de su irreverencia. El problema es que, en la eternidad, el concepto de momentáneo puede ser bastante relativo. El Oso, también allí exilado, no anhela en exceso abandonar las altas cumbres, habida cuenta de que, entre los responsables del turismo ruso, no ha sido bien vista su travesura. La elección de un punto pirenaico español derivó, en el primer caso, de la relativa buena prensa de nuestro país ("La Católica España") entre quienes de eso entienden, y, en el segundo, del predicamento que nuestras tierras ostentan entre las mafias rusas, verdaderos elementos de presión en esa inquietante unión de repúblicas (o lo que sea).
El Ángel y el Oso, desde su excelente punto de visión, contemplan displicentes, aunque no ajenos, lo que sucede en el mundo. La entrañable costumbre de muchos excursionistas de tirar papeles en la montaña les alcanza una cantidad de prensa que no envidiaría una hemeroteca. Para matar el tiempo discuten pacíficamente acerca de las noticias que les intranquilizan. El pacifismo, en este caso, es un tanto forzado, aunque explicable: el Oso no desea comprometer su posible ida al cielo (le encantaría conocer a San Francisco) y el Angel, bien que el Oso le disgusta por su olor y por su aspecto poco tranquilizador, no quiere cometer otra frivolidad como sería dar plantón al Oso, o tirarlo por un precipicio, como quien no quiere la cosa, empujándole disimuladamente con un ala.
La masturbación
El Ángel y el Oso han hallado un suelto periodístico en el que se explica la aventura de un parlamentario inglés, que fue hallado muerto en postura indicativa de que murió mientras se masturbaba.
Nuevo escándalo en la Gran Bretaña. El Angel y el Oso están pensativos acerca de las connotaciones del caso. El parlamentario apareció casi desnudo, pero con sostenes y ligueros femeninos. Al parecer le encantaba meneársela así vestido. Además se había colocado en la cabeza una bolsa de plástico, en la cual había vertido unas gotas de nitrito de amilo, droga que -dicen los pervertidos- aumenta el tamaño de la verga y el tiempo de excitación.
Oso: No acabo yo de entender cómo algunos humanos machos hallan placer en calzar encajes y ligueros, y, mucho menos, en atarse bolsas de plástico a la cabeza en momentos de efusión y espasmo.
Angel: Hay humanos muy pervertidos. En mis años de custodio tuve que ver de todo. Créame que, a veces, si no fuera porque los espíritus purísimos no tenemos estómago, me hubieran venido ganas de vomitar. Vestirse con ligueros femeniles es más frecuente de lo que usted piensa, y atarse bolsas de plástico a la cabeza provoca una falta de oxígeno que, según dicen los exquisitos, suministra unos clímax que da gozo sufrirlos. Los muy cretinos añaden un gas, nitrito de amilo, a la bolsa, con la finalidad de dilatar sus arterias y conseguir penes enhiestos y con brillo. Ahora bien, el riesgo de infarto es enorme como se ha demostrado en este triste caso.
O: ¿Y cómo es que los conservadores ingleses son tan proclives a estas, llamémosles, travesuras?
A: Justamente porque son conservadores. Ello quiere decir que conservan lo que les parece bien. Lo malo es que si un vicioso es conservador, luchará para conservar los vicios. Piense, por otra parte, que esto viene de antiguo. Ya en Sodoma y Gomorra hacían cosas de mucho cuidado. Un amigo mío, que fue por allí para avisar a un recomendado, tuvo que salir por alas. Los descocados gomorritas (mucho más escandalosos que los sodomitas, aunque estos tenían mejor marketing) se empeñaban en tener un hijo suyo. Desde entonces, cada vez que bajamos a la tierra para algún menester, procuramos tomar apariencias humanas más bien desagradables. La del señor Jiménez Losantos es impecable si se trata de viajar por tierras catalanas.
O: En otras palabras, que los vicios son ancestrales y que no entienden de ideologías.
A: Cierto. Encontrará usted desviados en casi todos los partidos, parlamentos, senados y cónclaves.
O: Oí decir a no sé quien que, más que hablar de vicios y perversiones, cabría hacerlo de diversiones. En otras palabras, que cada cual es cada cual y que no hay que juzgar qué es normal y qué es anormal.
A: Cada cual tiene sus límites. Los míos son muy estrictos, por razones que usted no dejará de entender. Mis jefes son bastante cerrados en estas cosas, y yo participo de sus estrecheces.
O: Yo, en cambio, soy muy comprensivo. Los osos, amorosos o no, actuamos sin demasiados reparos a la hora de entregarnos al bestialismo.
A: Pues nada. Pida usted un permiso para ir desterrado a Inglaterra y, con un poco de suerte, podrá despachurrar algún parlamentario que, durante la faena, emitirá, gozoso, grititos de reconocimiento y satisfacción.

La masturbación es una "perversión" fácil de practicar. No requiere compañeros de viaje, aunque nunca sobran si el acuerdo es satisfactorio. De todas formas, la masturbación "perversa" por excelencia es la que comporta autoerotismo, soledad y provocación mecánica (manual o instrumental) de la excitación libidinosa y, a ser posible, del puntual orgasmo.
Hoy en día se escribe poco sobre la masturbación (aunque sigue practicándose mucho). Pero, en épocas anteriores, los moralistas gastaban mucha tinta en advertir de los peligros de las acciones manuales (o digitales) que, aplicadas por el agente en la verga, la vagina, el clítoris, el ano, o regiones adyacentes, iban dirigidas a satisfacer la concupiscencia..
Los moralistas aseveraban que la masturbación provocaba, en los hombres, pérdidas de fósforo cerebral a través del semen. La práctica masturbatoria hacía a los jóvenes cretinos, forunculosos, sifilíticos, de cerebro reblandecido y de médula espinal vaciada (el semen, según los zoquetes sermoneadores, se fabricaría en la médula). Se hablaba de "demencia precoz (esquizofrenia) masturbadora", y también de varices, colitis, prostatitis, endometritis, depresión, tuberculosis, ineptitud para el trabajo, dificultad para el estudio, espasmos cardíacos, irritabilidad y debilitación visual. También se le atribuían propiedades para modificar la anatomía: el clítoris de las masturbadoras sería más voluminoso, alargado, rojo, turgente, y su prepucio más liso, blando, fruncido e hipertrófico. El himen de las masturbadoras sería más blando, la vulva más húmeda, las mucosas enrojecidas. Los varones masturbadores (hasta en publicaciones de este siglo) han sido condenados a tener el escroto pendular y flácido, el glande descubierto y con forma redondeada (¿cómo lo tendrán los no masturbadores?), color oscuro en el conjunto de aditamentos genitales, congestión y erección al mínimo contacto, así como puntos mamarios dolorosos al tacto.
Todas estas alucinantes fantasías formaban parte de la educación moral impartida en los colegios de la primera mitad de nuestro siglo, que, en nuestra Patria, duró hasta el tercer cuarto. La "patología" de la masturbación servía de argumento propagandístico para uso de los buenos padres de familia, y de los santos varones y mujeres que nos educaban en los colegios religiosos de la época.
Los pretendidos daños de la masturbación se resumen en uno sólo real: vivirla con ansiedad y sentirse culpable por ello. Tengo un caso de observación personal, muy triste. Carlos, de veintidos años, vino a consultarme porque creía estar perdiendo memoria a causa de su costumbre de masturbarse al menos una vez al día. Se trataba de un chico extremadamente deprimido, obsesivo, en quien la idea de estar demenciándose traspasaba los límites de una preocupación normal y alcanzaba rasgos patológicos. Acudió a mi consulta con un "Diccionario de Medicina", para uso hogareño, en el que la masturbación era definida como "Vicio insano y solitario. Grave perversión que provoca pérdidas de fósforo cerebral y, en consecuencia, la degeneración y la locura". Se trataba de una edición de 1970. No aceptó mis explicaciones ni aceptó su naturaleza depresiva. Se negó a ponerse bajo tratamiento, repitiendo que lo suyo era irrevocable, y que el daño ya estaba hecho. Tiempo después tuve conocimiento de que se había suicidado.
¿Existe una frecuencia "normal" para tan extendido quehacer? Cada vez que se efectúan estudios estadísticos sobre estas cosas se llega a conclusiones similares. Por término medio, el 95 % de varones mayores de 42 años se han masturbado al menos una vez en su vida. La frecuencia, con variaciones según las edades, oscila entre una y tres veces por semana, aunque puede llegar a ser diaria o más. Para mujeres, el porcentaje es menor, del 60 %, y también con similar frecuencia (1 a 3 por semana, pudiendo llegar a ser diaria, o más).
Las técnicas de masturbación en varones son principalmente manuales. Las manipulaciones del pene suelen consistir en sacudidas rítmicas, ejercidas con toda la mano, o con dos o tres dedos. Hay quien actúa sobre toda la longitud de la verga, y quien prefiere dedicar sus esfuerzos a la corona del glande. Masters y Johnson describen casos de masturbación con un solo dedo, en varones con prepucios desmedidos (en este caso el dedo se enfunda con el prepucio). Algunos hombres se frotan el pene contra la cama o algún objeto, si bien esto es poco frecuente. Un caso clínico, de observación personal, gustaba de frotársela con una alfombra persa. El "autofelacio", consistente en estimularse uno mismo con la boca, solamente está al alcance de contorsionistas de circo o de sujetos con penes gigantescos. En cambio es medio común de masturbación en monos y en algún que otro mamífero salido.
En tiendas especializadas existen artilugios mecánicos masturbatorios. Los más, son imitaciones exquisitas de vulvas femeninas, donde no faltan los detalles. Pliegues, pelambre y recovecos son impecables en cuanto a autenticidad, y se acompañan de líquidos lubricantes que aportan también un componente oloroso similar a las mejores vulvas de verdad. Habrá señores que mitigan sus carencias acariciando, besando o empalando tales supletorios mientras piensan en cosas mejores.
En mujeres, las técnicas masturbatorias consisten en la estimulación de los elementos de la plataforma orgásmica. Son mucho más frecuentes las estimulaciones externas que las internas. Recordemos que solamente el tercio exterior de la vagina tiene sensibilidad. Las estimulaciones externas pueden ser de diferentes tipos. Los labios mayores gustan de ser apretados entre dos o más dedos, aunque los labios menores y el clítoris son quienes mejor responden a la excitación. Cuando se amasan los labios mayores, la excitación se transmite a lo demás. El clítoris protesta si se le mima de una forma directa, por lo que resulta más gratificante dedicar los afanes a su prepucio. También la estimulación del monte de Venus, presionando hacia abajo, difunde la excitación hacia la receptiva zona clitorídea.
Lo más frecuente es la estimulación del clítoris, frotando el dedo medio en el capuchón (o prepucio) del pequeño adminículo. En algunos momentos se alarga la carícia dando toques en los labios menores y entrada de la vagina. Cuando el saludable orgasmo se acerca, se incrementa la presión de la mano sobre los receptivos parajes, y se amplía la caricia en extensión e intensidad hasta que las contracciones musculares y el derrame de placer parten de los genitales y extienden el gozoso calor hacia el resto del cuerpo. Hay mujeres que alcanzan el masturbatorio orgasmo mediante contracciones musculares de los muslos, zona pélvica y tercio exterior de la vagina sin tener que tocarse con la mano. Ello permite acceder a sustantivos placeres, incluso estando de visita. Algunas de ellas logran alcanzarlo sin ningún tipo de movimiento, solamente con pensamientos libidinosos. Un caso de observación personal, una chica de diecinueve años, alcanzaba sabrosos espasmos cada vez que oía por la radio a su cantante favorito.
La masturbación femenina puede ayudarse de artilugios mecánicos, llamados pesarios en la terminología clásica. Los avances del siglo XX han permitido introducir en los pesarios máquinas vibradoras movidas por energía eléctrica. El vibrador es un aparato muy valioso para las féminas proclives a las dificultades orgásmicas. El vibrador, amigo que nunca falla, debe aplicarse sobre el clítoris, y, sin necesidad de frotar (ya vibra él solo) acaba produciendo orgasmo aún a las damas más renuentes. Un detalle: los mejores vibradores son los que se venden en la sección de "menage" de los grandes almacenes, como "aparatos de masaje". Son, por otra parte, fáciles de comprar sin atentar contra la dignidad de las usuarias. Las piezas que venden en los "sex-shops" pueden ser muy atractivas en lo estético, pero suelen ir a pilas, con lo que vibran poco y mal. Es de alabar el realismo en forma de penes plásticos, pero muy bien acabados en cuanto a textura, tacto, apariencia, pelaje y olor. Señoras habrá que sentirán gran remuneración al tener en sus manos (o donde sea) aquel sugerente facsímil. Pero, como vibradores propiamente dichos, no dan la talla. Si empleamos un "aparato de masajes", adaptándole el terminal de dar masajes en el cuello, pocos clítoris se resistirán a su relajante y maliciosa actuación.
Un artilugio extremadamente clásico, aunque no en las culturas occidentales sino en las orientales, consiste en un par de bolas metálicas, huecas, con otras bolas en su interior que les confieren propiedades vibratorias. En los últimos tiempos las hemos visto en tiendas de todo a cien bajo el epígrafe de "bolas relajantes". Su uso ancestral consiste en su introducción por la vagina, donde se dejan para que vayan vibrando con los menores movimientos de la pelvis, o simplemente al andar. No creo que la vibración llegue a resultar masturbatoria. Las bolas son una excusa para practicar contracciones con los músculos de la vagina, lo que ya puede ser más excitante. El entrenamiento con tales bolas da fuerza a los músculos de la zona. Mujeres hay que, con la vagina, aprietan y amasan el pene allí entrometido con tanta filigrana como si actuasen con la mano. En los infamantes espectáculos sexuales de Tailandia, allá por los sesenta, eran famosas las especialistas en proyectar pelotas de ping-pong por la vagina, mediante la sabia y artística contracción de los referidos músculos. No nos parece la aplicación más útil para tan sofisticado quehacer.
¿Qué decir de la masturbación femenina con objetos o vegetales? Ya hemos comentado que pocas veces las señoritas insisten en la introducción de sustitutivos del pene por la vía vaginal. Pero es perfectamente posible. Hay mujeres que introducen uno o dos dedos en la vagina mientras, con la otra mano, se frotan el agradecido clítoris. En casos de observación personal he visto desde una niña de catorce años que se solazaba con un bolo de madera extraido de un inocente juego infantil, hasta una religiosa que estrujaba, con reverencia, un crucifijo entre sus monacales ingles. Determinadas frutas y tubérculos resultan impagables, especialmente entre señoras de cierta edad. Uno de mis casos de observación personal, una señora de setenta y siete años, solía explicarme las ventajas que la berenjena acreditaba sobre muchas otras especies botánicas, entre las que solamente salvaba según que magnos ejemplares de boniato (ante el estupor y vergüenza de su hija, que asistía alucinada a las confidencias alimenticias de su anciana madre).
¿Se acompaña el orgasmo femenino de emisión líquida? En los opúsculos pornográficos de la época victoriana es muy celebrada la "eyaculación femenina", pero nos tememos que con poco sentido de la realidad. Las glándulas vaginales segregan líquido cuando la mujer empieza a excitarse, y la secreción persiste durante toda la faena. No hay un vertido concreto en el momento orgásmico femenino.
El aprendizaje de la masturbación suele hacerse en la etapa adolescente (entre los 12 y los 16 años). Los varones acceden frecuentemente a través de conversaciones con chicos mayores. Las mujeres acceden más por autoexploración, o cuando inician escarceos amorosos y sexuales con sus compañeros de juegos. No es extraño que chicas que nunca habían pensado en masturbarse, y que ni siquiera sabían que eso existía, descubran el arte tras las caricias de sus novietes, y pasen a ejercerlo, por su cuenta, con fervor.
Tengo varios casos de observación personal en que el acceso a la masturbación fue provocado en las féminas durante una agresión sexual. Uno de mis casos, Marta, una mujer de más de treinta años que consultaba por disficultad para acceder al orgasmo, había aprendido a masturbarse a los diez años, al haber sido engañada por un adulto, llevada a un quicio oscuro, y acariciada en su vulva. La situación le produjo miedo y vergüenza, pero también placer. Muchas veces olvidamos que el niño es un sujeto con capacidad para sentir placer sexual, y que, incluso sometido a agresiones sexuales, puede tener sensaciones agradables extremadamente conflictivas. Marta, a partir de ahí, se masturbó casi diariamente durante toda su vida. Su fantasía era sentirse querida y besada en la frente por un ser angelical y asexuado, que la arrullaba en una playa serena, mientras ella se masturbaba. Cuando se masturbaba ella sola, alcanzaba orgasmos esplendentes. Pero cuando intentaba relaciones con un hombre, le aparecía un intenso goce que cesaba de forma brusca antes de llegar al orgasmo. Posiblemente como un bloqueo para evitar la "pérdida de control" que, inconscientemente, vivía con culpabilidad desde su primera temprana experiencia.
Como veíamos en el diálogo entre el Angel y el Oso, hay quienes aderezan la masturbación con toques de travestismo o inhalación de sustancias supuestamente excitantes. En estos casos se trata de personas que gustan de combinar diferentes "perversiones", no siempre recomendables desde un punto de vista higiénico.
¿Dejan de masturbarse los varones y las mujeres que acceden a la relación de pareja? Pues no necesariamente. En varones casados la masturbación se práctica en un 42 % y en mujeres casadas, en un 35 %.
Las fantasías eróticas que acompañan a la masturbación se presentan en un 64 % de las mujeres que se masturban, y en el 99 % de hombres que lo hacen. Muchas mujeres prefieren tiernas fantasías sentimentales a las eróticas propiamente dichas.
En muchos casos de observación personal, las féminas combinan la masturbación con la lectura de novelas románticas. Las mujeres suelen encontrar estrafalarias las novelas pornográficas que hacen las delicias de sus oponentes masculinos. Una mujer preferirá el erotismo emboscado, hecho de insinuaciones y dobles sentidos, antes que la intemperante descripción, con lujo de detalles en cuanto a tamaños y humedades, de las partes genitales.
Se cumple la máxima de Jardiel Poncela acerca de que las mujeres que parecen románticas son las más sensuales, las que parecen sensuales resultan las más frígidas y las que parecen más frígidas resultan las más románticas.
Pero también hay mujeres, precisamente muchas que en sus vidas públicas aparentan los mayores remilgos, que gustan de proferir interjecciones escabrosas en momentos de excitación. Tales señoras agradecen la lectura de relatos escabrosos con plétora de vocablos tales como "polla" y "chochazo", los cuales también exigen a sus parejas en momentos de efusión.
Hay una serie de vocablos que se han propuesto como sinónimos de masturbación. Así: "Ipsación" de una palabra latina que significa "uno mismo". "Quiroerastia" de unas palabras griegas que significan amor con la mano. "Onanismo" del personaje bíblico Onan, que "esparcía su semilla por el suelo" (como hacen muchos canarios enjaulados), aunque Onan, al parecer, lo hacía tras el "coitus interruptus". El lenguaje vulgar adopta formas poco elegantes, tales como cascársela, meneársela, hacerse pajas, machacársela, tocar la zambomba, etcétera, todas ellas sexistas pues parecen aludir únicamente a la masturbación en el varón.
Cada apartado de "perversiones" está precedido por un diálogo entre dos personajes antitéticos, que nos sirve para subrayar cómo la realidad puede ser interpretada de maneras muy distintas. No nos afectan los hechos en sí, sino la forma cómo nosotros los vemos, como muy bien decía Epicteto, filósofo griego del siglo II A. J.C. y, además, estoico.
Mis personajes, el Ángel y el Oso, me fueron revelados mientras leía escritos relacionados con el "nonsense", estilo literario basado en el juego entre conceptos ilógicos, cuya cima yo sitúo en Lewis Carroll. En la revista periódica "Madrid Cómico" del siglo XIX se publicó este poema, paradigma también del nonsense patrio:
Un Angel en el cielo
pidió a San Agustín un caramelo,
y un Oso en la Siberia
mordió a un viajero y le rompió una arteria.
Los ángeles y los osos
han resultado siempre fastidiosos.
Mi sorpresa fue cuando, accidentalmente, conocí a ambos fulanos. Me los encontré en uno de mis paseos por los Pirineos leridanos. Al parecer, el Angel fue expulsado momentáneamente del paraíso a causa de su irreverencia. El problema es que, en la eternidad, el concepto de momentáneo puede ser bastante relativo. El Oso, también allí exilado, no anhela en exceso abandonar las altas cumbres, habida cuenta de que, entre los responsables del turismo ruso, no ha sido bien vista su travesura. La elección de un punto pirenaico español derivó, en el primer caso, de la relativa buena prensa de nuestro país ("La Católica España") entre quienes de eso entienden, y, en el segundo, del predicamento que nuestras tierras ostentan entre las mafias rusas, verdaderos elementos de presión en esa inquietante unión de repúblicas (o lo que sea).
El Ángel y el Oso, desde su excelente punto de visión, contemplan displicentes, aunque no ajenos, lo que sucede en el mundo. La entrañable costumbre de muchos excursionistas de tirar papeles en la montaña les alcanza una cantidad de prensa que no envidiaría una hemeroteca. Para matar el tiempo discuten pacíficamente acerca de las noticias que les intranquilizan. El pacifismo, en este caso, es un tanto forzado, aunque explicable: el Oso no desea comprometer su posible ida al cielo (le encantaría conocer a San Francisco) y el Angel, bien que el Oso le disgusta por su olor y por su aspecto poco tranquilizador, no quiere cometer otra frivolidad como sería dar plantón al Oso, o tirarlo por un precipicio, como quien no quiere la cosa, empujándole disimuladamente con un ala.
1. El Angel, aunque ingenuo, es bastante rígido en cuestiones de moral. El Oso, aunque silvestre, es un posibilista escéptico, y un tanto socarrón.
2. No tuvieron reparo en hablar conmigo ni en contarme sus cuitas. La mayor parte de los excursionistas les suponen hippyes acampados, rarito el Angel tan rubito y aniñado, y no menos raro, por velludo y desaliñado, el Oso. No suelen acercárseles sino los niños, los cuales son llamados por los padres, de inmediato.

Los lugareños de los pueblos cercanos, no se acercan por las cumbres. Si los campesinos reconocieran al oso como tal, acabarían pegándole un tiro por si estaba allí respondiendo a tenebrosos planes ecológicos. Los campesinos piensan, probablemente con acierto, que se empieza soltando osos y que se acaba vacunándoles o, lo que es peor, haciéndoles lavar los pies al menos una vez por semana.

¿Tenemos derecho los médicos a actuar (como médicos) cuando somos consultados acerca de la orientación sexual de las personas?
La homosexualidad no consta como "trastorno mental" en las clasificaciones más empleadas: el ICE-X de la OMS y el DSM-IV de la Sociedad Americana e Psiquiatría (APA). Desapareció del DSM en 1973, al aceptar que la homosexualidad es más un estilo de vida alternativo que un estado psicopatológico.
La prevalencia se supone alrededor del 5% para los hombres, y del 1% para las mujeres.
Existen estudios acerca de una base biológica de la homosexualidad. Los datos más relevantes son:
• Niveles más bajos de andrógenos en hombres homosexuales.
• Incremento de hormona luteinizante tras la inyección de estrógenos.
• Mayor concordancia en gemelos monozigóticos.
• Marcador genético en la mitad inferior del cromosoma X.
Ninguno de estos hallazgos está contrastado y replicado en estudios distintos de los que desarrollaron sus autores.
Tanto la APA como la Sociedad Americana de Psicología han difundido sendos comunicados en los que sus socios se comprometen a no considerar la homosexualidad como enfermedad, ni a incurrir en ningún tipo de práctica destinada a modificar la orientación sexual de las personas.
¿Es la homosexualidad una conducta normal o anormal?
Cuando nos metemos en el berenjenal de hablar acerca de conductas "anormales", debemos definir primeramente qué entendemos por normal, y qué entendemos por anormal.
"Normal" y "anormal" pueden expresar diferentes cosas, según las personas que lo manejen. Pasa como con el concepto de "verdad", que también puede ser muy subjetivo. A menos que se trate de hechos incontrovertibles, cualquier acto susceptible de ser interpretado da lugar a opiniones distintas, a diferentes "verdades" y a diferentes "normalidades" según quien sea el intérprete, y según cuales sean sus ideas.
Veamos cuales son los conceptos más frecuentes de normalidad:
• Normalidad convencional. También llamada, según los autores, normalidad a priori, prefijada, establecida, concertada, etcétera. Es la normalidad "decretada", bien por las leyes, por las costumbres, por los preceptos éticos o por quien disponga de poder para decretar normalidades. Los límites de la normalidad convencional son variables, según sociedades, culturas o épocas. La homosexualidad pederástica (mariconerías con niños, vaya) en varones, por ejemplo, era bien vista en la Grecia clásica. Hoy en día los pederastas son perseguidos con saña, hasta cuando se comunican a través de Internet.
• Normalidad estadística. Es la más cómoda. Lo que haga el 66 % de una población, se considera normal. Es una "normalidad" útil para materias poco comprometidas: nadie se enfada si le dicen que su inteligencia es normal. En asuntos más peliagudos, la normalidad estadística puede ser un arma de dos filos. Una estatura "normal" puede ser un desastre para una adolescente que quiere ser modelo. En cuestiones sexuales, no hay quien se aclare, en parte porque no hay estudios estadísticos actualizados, y rigurosos, acerca de qué es estadísticamente normal en cuanto a comportamientos de esa naturaleza. Saber si algo es "normal" o "anormal" desde el punto de vista estadístico, requiere que se hayan efectuado los pertinentes estudios estadísticos y sociológicos acerca de ese algo.
• Normalidad funcional. Lo que funciona bien, es normal. Este tipo de normalidad es la que se emplea, por ejemplo, en medicina. Puede ser diáfana en cuestiones concretas y muy orgánicas, como es el funcionamiento del hígado. Pero puede llevar a discusiones similares a las que plantea la "normalidad convencional" cuando se trata de decidir que significa "funcionar" bien en cuestiones mentales y, no digamos, sexuales.
¿Qué es "anormal"?
"Anormal" es lo que no es "normal". Para saber a qué atenernos, cuando alguien dice de algo que es anormal, debería explicar muy claramente qué entiende por normal, y qué concepto de "normalidad" emplea.
La palabra "anomalía" es sinónima de anormalidad. Ambas palabras proceden del mismo vocablo griego (anomalos "irregular").
"Anomalía" es una palabra que parece más culta que "anormalidad", y es la que se ha empleado, hasta la saciedad, para definir conductas sexuales "anormales".
¿Qué es "natural"?
¿Es, o puede ser, la homosexualidad "natural"?
"Natural", in puribus, quiere decir "perteneciente a la naturaleza", pero es una palabra con muchos otros significados. Por ejemplo: hijo adulterino ("hijo natural"); espontáneo, llano, sincero ("es natural, habla con naturalidad"); sencillo, sin lujo ni ceremonia ("los trató de forma muy natural"); no extraño ni raro ("es natural que esto ocurra"); no censurable ni condenable ("su conducta fue la natural en estos casos"); normal ("es natural que haga frío en invierno"); propio ("la dureza es natural en la piedra"); instintivo ("es natural retirar la mano ante el fuego"); nacido en el país, indígena ("es natural de Dinamarca"); carácter, manera de ser ("es de natural bondadoso"); etcétera.
Es frecuente que ignorantes embrolladores manejen el vocablo como sinónimo de "normal", pero aludiendo a la primera acepción ("perteneciente a la naturaleza"). En cuanto a conductas sexuales, los defensores de lo "natural" pueden hallarse en todas las facciones. Desde quienes predican que lo único "natural" es la procreación pura y dura, hasta los que designan como "natural" cualquier modo de solaz, basándose en que nada puede haber más "natural" que la forma de fornicar propia de los animales y de los sujetos de las hordas primitivas.
Otros subversivos de lo "natural" son esos cretinos que nos dicen que "hay que hacer vida natural", pero que no renuncian al coche, a los bolígrafos, al teléfono o al preservativo de caucho sintético. Son también esos que reniegan de cualquier píldora, y que cantan las virtudes "naturales" de las plantas (por mí, pueden prepararse infusiones de acónito o de cicuta, bellas plantas las dos, y zamparse cuantas amanitas faloides encuentren por el campo). Son, en fin, los que claman contra los abrigos de piel de foca en tanto calzan zapatos de cuero (será que las vacas son hijas de peor madre que las focas).
La llamada "ley natural", de "natural", nada. Es un invento de Sócrates, filósofo griego empeñado en que todo quisque pasase por la piedra de una regla de conducta que él definía como universal y razonable. Su discípulo Platón profundizó aún más en esta idea, entendiendo como valiosa toda conducta sujeta a los valores absolutos de la "ley natural". Como que las teorías de Platón (el mundo de las ideas, o espiritual, el mundo de las cosas, o terrenal, y el alma como elemento integrador de ambos mundos) resultaban compatibles con las propiciadas por la Iglesia, acabaron siendo integradas en el humanismo cristiano. La "ley natural" pasaba a identificarse con los diez mandamientos.
Mayor predicamento tuvo la doctrina su discípulo Aristóteles, especialmente la demostración de la existencia de dios. Cabe decir que los conceptos de "natural" y "no natural" son cambiantes con el tiempo. Aristóteles, por ejemplo, consideraba "natural" que la tierra fuera el centro del Universo. También veía como "natural" la existencia de esclavos. Consideraba "antinatural" la democracia, en tanto que "natural" la monarquía y la aristocracia. La agricultura y la caza eran actividades "naturales", en tanto que el comercio y cualquier trabajo físico, plenamente "antinatural", no debía ser practicado por los ciudadanos libres, cuya actividad "natural" más apreciada debía ser únicamente la vida contemplativa y el goce de los bienes. Para hacer el trabajo, "naturalmente", estaban los imprescindibles esclavos.
"Antinatural" o "contra natura" se emplea cuando alguien quiere señalar alguna conducta impropia. Es curioso que no se emplee en contraposición a según qué acepciones de la palabra "natural". Por ejemplo: si alguien fuera calificado de ser "hijo antinatural" o "hijo contra natura" (queriendo indicar que no era un hijo natural) es probable que no agradeciese con fervor la pretendida lisonja.
"Contra natura" es la expresión clásicamente usada para definir dos pecados graves, o sea, mortales: el de bestialidad (fornicar con animales) y el de sodomía (relación libidinosa entre personas del mismo sexo). El pecado nefando más perverso debe de ser la fornicación con animales del mismo sexo, digo yo.
¿Qué es "perversión"?
Del latín "pervertere", que significa alterar el orden de las cosas. Perverso, aplicado a personas, significa "malo" o "malicioso". Vocablos afines son: contaminar, corromper, emponzoñar, envilecer, y otras lindezas por el estilo. Las "perversiones sexuales" son aquellas conductas que, cómo no, derivan de una "inclinación sexual antinatural".
Ya estamos otra vez con las mismas: una "perversión" es algo "antinatural", entendiendo lo "natural" como lo "normal". Ahora bien, ¿qué concepto de "normalidad" hemos de emplear? Si echamos un vistazo a la historia vemos que el concepto de "normal" más utilizado ha sido siempre el de "normalidad convencional", y esto, como lo "natural" de Aristóteles ha sido cambiante con el tiempo.
La homosexualidad, por ejemplo, ha cambiado en cuanto a su concepción social. Antes era el "pecado nefando" por excelencia. De hecho, así se sigue considerando en la mayor parte de las religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo, mahometismo). Pero, en el contexto laico, la homosexualidad se considera una opción más o menos respetable (el más y el menos dependerá de los límites de cada cual) y legalmente reconocida.
Los límites éticos, a pesar de su aparente inmutabilidad, son cambiantes y los marca cada sociedad. Casi siempre, cada uno de nosotros los adapta a su manera de pensar. Cuando la sociedad incorpora los límites a su legislación, más que de límites éticos deberíamos hablar de límites legales.
Es fácil darse cuenta de lo relativo de la ética, cuando vemos que, en diferentes países, se sustentan éticas distintas: no es igual la ética en un país mahometano que en uno laico, por ejemplo. Ni la ética de los serbios que la de los bosnios, ni la de los budistas que la de los testigos de Jehová.
Cualquier ciencia o materia de estudio, como la sexología, debe ser neutra desde el punto de vista ético. Los avances científicos no son buenos ni malos en sí, todo depende de para qué se usen.
Algunas de las "perversiones sexuales" pueden resultar muy agradables para sus iniciados. Es posible, incluso, que no hagan mal a nadie. Ahora bien, si las leyes de un determinado país prohiben hacerlo debemos respetar este marco legal, independientemente de nuestros criterios personales.

En resumen
• La homosexualidad, desde el punto de vista estadístico, es "anormal", pero no más que la cría del canario.
• Es "antinatural" en la mayor parte de las religiones derivadas del cristianismo, del judaísmo y del islamismo. Pero existe en el mundo animal, incluso entre primates. No se considera trastorno mental por la OMS, ni por la APA (American Psychiatric Assotiation). En la APA existen secciones de psiquiatras homosexuales.
• Los médicos, como tales, no tenemos nada que decir. En el caso de que opinemos acerca de este asunto, debemos dejar claro que lo hacemos desde un punto de vista no profesional, dejando claro cuáles son nuestras escalas de valores a la hora de emitir nuestro parecer.

La pederastia

El Angel y el Oso, en su exilio de las cumbres pirenaicas, tienen tiempo de meditar acerca de lo divino y lo humano. Hasta ellos han llegado noticias de un violador de las Baleares, para quien el fiscal solicita miles de años por haber violado 738 veces a la hija de su compañera. No menos interesantes son las noticias acerca del caso de perversión de menores en Sevilla.

OSO: Curioso oficio, ese de fiscal. Tener que andar contando las fornicaciones del infame padre adoptivo.
ANGEL: No vaya a creer que asistía como espectador privilegiado. La cuenta procede de un sencillo cálculo aritmético, habida cuenta que, a lo largo de ocho años, el incontinente y lúbrico tutor abusó de la niña dos veces por semana, aprovechando la hora de la siesta, a mayor abundamiento.
O: Es lo que se llama un hombre metódico y de costumbres regulares. Son temibles estos pediatras.
A: ¡Por Dios Bendito! Pederastas, es la palabra adecuada, y pederastia, el vicio. Los autores más conspicuos escriben también paidofilia o pedofilia.
O: Suena bastante mal.
A: Como cuadra a una perversión tan repulsiva.
O: No sé por qué me viene a la mente Michael Jackson.
A: Pobre desteñido. Según él dice, únicamente solicitaba dormir con efebos para protegerles en caso de sueños terroríficos. Sus palpaciones perseguían únicamente reconocimientos o medidas.
O: Los males de la modernidad.
A: No crea. Entre los romanos, que eran bastante calamitosos, los hijos de los esclavos acababan con frecuencia dedicados a la prostitución pederástica. Recibían nombres curiosos, que en latín parecen inofensivos, pero cuya traducción sonrojaría a un pirata borracho. Los "fellatores", por ejemplo, se especializaban en succionar, no me pregunte usted qué. Niños esclavos para uso y consumo de anormales los ha habido en todas las épocas. Hasta algún rey, Enrique IV de Francia por ejemplo, tenía una bien provista escuadra de "mignons" para su personal tenencia y execrable dis-frute.
O: El sujeto detectado en Mallorca empezó a toquetear a la niña cuando ésta tenía seis años, y a violarla por completo a partir de los siete.
A: Típico caso de marginación, ignorancia y miseria.
O: Cierto. La gente de mayor posición, estudios y posibles, hacen las cosas mucho mejor. Acuden a Tailandia a través de lujosas agencias de viajes. Allí, las pequeñas, por un módico precio, están disponibles para este tipo de ejercicios, y sin riesgo de que el libertino infrinja retrógradas leyes, ni de que fiscales marisabidillos efectúen cálculos arriesgados.
A: Usted sí que hace cálculos arriesgados. Bien es verdad que los viajeros son gente de posición y medios. Pero las muchachas tailandesas siguen siendo el fruto de la ignorancia y la miseria, lo que equilibra la balanza. El pecado original iguala a todos los humanos en cuanto a pecaminosos y condenables.
O: Pues vaya y cuénteselo a las niñas, que estarán muy contentas.
A: Detecto cierta sorna en sus palabras.
O: ¡Por Dios! Nada más lejos de mi intención. ¿Estos pecados son más pecado con niñas o con niños?
A: El pecado es el mismo, si bien hay extremistas entre nuestras filas que todavía no lo ven claro. Los colegios religiosos de bien, por ejemplo, siguen manteniendo separación de sexos. Es muy probable que consideren más pecado los tocamientos cuando los sexos son distintos…
O: ¿O sea que los pederastas que participaban de los favores de los niños chaperos de Sevilla pecaban igual que si hubiesen actuado con niñas?
A: Lo mismo. Recuerde lo que le decía de los niños esclavos. Ahora la iglesia no admite la esclavitud (la dejó de permitir el siglo pasado) y los niños, al menos, cobran.
O: Exquisito “aggiornamiento” eclesial. El siglo pasado fue la revolución: dejaron de castrar a los niños cantores del Vaticano, prohibieron la esclavitud, admitieron que las mujeres tenían alma…
A: Es probable que ahí se precipitaran.
La pederastia
La pederastia, también llamada pedofilia de unas palabras griegas que significan "tendencia a los niños"), supone la existencia de actividades sexuales con niños y niñas prepúberes (generalmente de 13 o menos años de edad). Para que el trastorno se considere como tal, el individuo que lo sufre debe tener, al menos, 5 años más que el niño. En Estados Unidos se considera que alguien puede ser pederasta a partir de los 16 años (mayoría de edad penal en la mayor parte de los estados).
No se trata de una perversión moderna. En la Grecia clásica era frecuente el contacto homosexual de varones con prepúberes. En el imperio romano, los hijos de los esclavos podían ser destinados al uso pederástico, y recibían nombres tales como "pueri meritorii, ephebi, concubini, etcétera" o "fellatores" si se especializaban en una determinada práctica.
Los pederastas suelen "especializarse", pues les gustan niños o niñas de determinadas franjas de edad. Unos, preferirán niñas, cuyas edades más buscadas están entre los 8 y los 10 años. Otros, buscarán niños, los cuales son seleccionados de mayor edad. También las actividades de los pederastas son variables: los hay que se limitan a desnudar a sus víctimas y acariciarlas. Otros, efectúan actos de sexo oral, anal o vaginal, bien como agentes bien como receptores.
No es extraño que los pederastas pillados o denunciados, busquen excusas acerca de sus intenciones. Pueden explicar que sus acciones tenían "valor educativo", "moralizante" o que las caricias, casuales, estaban hechas "sin malicia". No es extraño que se escuden también en que el niño es "sexualmente provocativo", y que "uno no es de piedra".
No todos los casos acaban en sadismo o en la muerte del niño. Pederastas hay que colman a los niños de atenciones, con el fin de ganarse su "complicidad". Los casos de pederastia con sadismo, deben considerarse como una complejidad, el sadismo, añadida.
Es relativamente frecuente que los pederastas victimicen a niños y niñas de su familia, ahijados o vecinos. También lo es ver casos de preceptores con sus alumnos, especialmente en internados. Muchos de ellos amenazan a sus víctimas con la finalidad de que callen. La amenaza más sutil, y, al mismo tiempo más cruel, es hacer creer al menor que él también es culpable, o que nadie le va a creer si el asunto se sabe. Especialmente dolorosos son los casos en que el adulto abusa de su condición o de su profesión: padres con sus hijos o hijas, educadores con sus alumnos, entrenadores deportivos con sus jóvenes pupilos…
Un punto espinoso: el menor puede tener sentimientos ambivalentes. Su sexualidad puede haber sido despertada, y haber percibido sensaciones de placer durante los actos de abuso. Ello añade ansiedad, sentimientos de culpa y probables trastornos sexuales de cara a la vida adulta.
Los avances permiten que los pederastas desarrollen mejores técnicas: a través de Internet es posible acceder a material pornográfico pedofílico, e incluso intercambiar o comerciar con niños. También es posible contactar con agencias que permiten adoptar niños del tercer mundo, a cambio de dinero y sin hacer demasiadas preguntas.
La pedofilia parece un trastorno típico de varones: un 90 % de abusos sexuales son cometidos por hombres. Muchos pederastas son incapaces de mantener relaciones sexuales con personas adultas. Se ha observado también que muchos de ellos creen, de forma sincera aunque errada, que "es correcto mantener relaciones sexuales con un niño si él está de acuerdo".
Sabía Ud. que…
• Desde los años sesenta se intenta emplear la castración para el tratamiento forzoso de pederastas, pero al menos un tercio de los castrados quirúrgicamente siguen siendo capaces de realizar actos sexuales.
• La "castración química" con sustancias que bloquean la producción de hormonas sexuales parece útil en pederastas que, aún teniendo un elevado impulso sexual, no tienen personalidad psicopática ni antisocial.
• Ciertos fármacos antidepresivos causan disminución del impulso sexual, por lo que también pueden ser empleados con éxito en algunos de los casos.
• Los tratamientos farmacológicos deben ser complementados con tratamientos psicológicos, en los que se adiestre a los pederastas acerca de las responsabilidades que se derivan de sus conductas sexuales desviadas.

Cada apartado de "perversiones" está precedido por un diálogo entre dos personajes antitéticos, que nos sirve para subrayar cómo la realidad puede ser interpretada de maneras muy distintas. No nos afectan los hechos en sí, sino la forma cómo nosotros los vemos, como muy bien decía Epicteto, filósofo griego del siglo II A. J.C. y, además, estoico.
Mis personajes, el Ángel y el Oso, me fueron revelados mientras leía escritos relacionados con el "nonsense", estilo literario basado en el juego entre conceptos ilógicos, cuya cima yo sitúo en Lewis Carroll. En la revista periódica "Madrid Cómico" del siglo XIX se publicó este poema, paradigma también del nonsense patrio:
Un Angel en el cielo
pidió a San Agustín un caramelo,
y un Oso en la Siberia
mordió a un viajero y le rompió una arteria.
Los ángeles y los osos
han resultado siempre fastidiosos.
Mi sorpresa fue cuando, accidentalmente, conocí a ambos fulanos. Me los encontré en uno de mis paseos por los Pirineos leridanos. Al parecer, el Angel fue expulsado momentáneamente del paraíso a causa de su irreverencia. El problema es que, en la eternidad, el concepto de momentáneo puede ser bastante relativo. El Oso, también allí exilado, no anhela en exceso abandonar las altas cumbres, habida cuenta de que, entre los responsables del turismo ruso, no ha sido bien vista su travesura. La elección de un punto pirenaico español derivó, en el primer caso, de la relativa buena prensa de nuestro país ("La Católica España") entre quienes de eso entienden, y, en el segundo, del predicamento que nuestras tierras ostentan entre las mafias rusas, verdaderos elementos de presión en esa inquietante unión de repúblicas (o lo que sea).
El Ángel y el Oso, desde su excelente punto de visión, contemplan displicentes, aunque no ajenos, lo que sucede en el mundo. La entrañable costumbre de muchos excursionistas de tirar papeles en la montaña les alcanza una cantidad de prensa que no envidiaría una hemeroteca. Para matar el tiempo discuten pacíficamente acerca de las noticias que les intranquilizan. El pacifismo, en este caso, es un tanto forzado, aunque explicable: el Oso no desea comprometer su posible ida al cielo (le encantaría conocer a San Francisco) y el Angel, bien que el Oso le disgusta por su olor y por su aspecto poco tranquilizador, no quiere cometer otra frivolidad como sería dar plantón al Oso, o tirarlo por un precipicio, como quien no quiere la cosa, empujándole disimuladamente con un ala.
El Angel, aunque ingenuo, es bastante rígido en cuestiones de moral. El Oso, aunque silvestre, es un posibilista escéptico, y un tanto socarrón.
No tuvieron reparo en hablar conmigo ni en contarme sus cuitas. La mayor parte de los excursionistas les suponen hippyes acampados, rarito el Angel tan rubito y aniñado, y no menos raro, por velludo y desaliñado, el Oso. No suelen acercárseles sino los niños, los cuales son llamados por los padres, de inmediato.

Los lugareños de los pueblos cercanos, no se acercan por las cumbres. Si los campesinos reconocieran al oso como tal, acabarían pegándole un tiro por si estaba allí respondiendo a tenebrosos planes ecológicos. Los campesinos piensan, probablemente con acierto, que se empieza soltando osos y que se acaba vacunándoles o, lo que es peor, haciéndoles lavar los pies al menos una vez por semana.

NECROFILIA
Nuestros amigos, el Angel y el Oso, desde su mirador pirenaico, han atrapado un ejemplar del ABC. En el juicioso y grave diario aparece una noticia acerca de un profanador de tumbas, sorprendido en el preciso momento de beneficiarse el cadáver de una señora fallecida de cáncer, que, al parecer, era su amor platónico de toda la vida.
Oso: Ilústreme Vd., Señor Angel. Me parece una solemne estulticia lo de ayuntarse con un cadáver. Animal como soy, me excitan mucho los preliminares con una hembra en celo. Más que nada, correr tras ella para agenciármela antes de que se le acabe el celo, o de que aparezca algún otro oso más hábil que yo en la tarea de matar congéneres sin perder de vista el rastro de la osa. La coyunda con una osa muerta me parecería nada excitante, amén de que los muertos, como decía Jardiel Poncela, son gente fría y algo estirada.
Angel: Como espíritu puro no tengo experiencia personal. Pero como custodio de humanos, no me extraño de nada. Algunos de ellos resultan muy penosos y pecadores. Y si, encima, el pecado consiste en hacer porquerías de ese calibre, no le digo lo mal que se lo pasa el Angel, obligado a permanecer sobre el hombro derecho del concubitario fiambrero. Bien es verdad que el cuerpo sin alma es menos, digamos, profanable. Pero no deja de ser un acto deleznable, máxime cuando dicho cuerpo volverá por sus fueros el día de la gloriosa resurrección de la carne.
O: Leí, no hace mucho, que un celador hospitalario rumano, en funciones de trabajo en un mortuorio, recibió el susto de su vida cuando, en el trance de cohabitar con el supuesto cadáver de una hembra de buen ver, ésta despertó en pleno himeneo. Los gritos que dio ella, cataléptica que no muerta, fueron moco de pavo ante los que dio el infame conserje al ver que el fúnebre objeto de sus afanes se levantaba del mármol. En muchos años de celo en el depósito, jamás muerta alguna había quebrado la paz de sus lúgubres, aunque exquisitos, desahogos.
A: Cierto. La familia de la ex difunta perdonó al ordenanza, pero el peso de la ley cayó sobre él.
O: Aparte de que, por años que pasen, difícilmente se le volverá a reanimar el instrumento fornicatorio. Sospecho que cada vez que se encuentre en funciones se reavivará el pánico cerval.
A: Y más en esas tierras vampíricas. Volviendo al necrófilo del ABC, el severo periódico insiste en lo del “amor platónico”, lo cual, probablemente, quita hierro al pecado. Aparte de que el sabio mandamiento de la ley no habla para nada de cadáveres. Lo que prohibe es la fornicación, que se entiende es cosa de vivos.
O: De según qué vivos, oiga. Mira que es triste tener que leer acerca de quien se abarragana hasta con las muertas, mientras que algunos pasamos las penas del purgatorio para disponer de alguna viva...
NECROFILIA
La necrofilia, de unas palabras griegas que significan atracción por la muerte (o por los muertos) es una perversión sexual consistente en hallar el máximo placer, cuando no el placer exclusivo, haciendo los tocamientos y fogosidades con personal ya fallecido. La definición estricta sería que necrofilia es la excitación sexual provocada por la contemplación, el contacto, la mutilación o la evocación mental de un cadáver.
La necrofilia propiamente dicha es la que aparece realizando la conjunción cadavérica por las vías naturales, y también analmente, con cadáveres previos y apetecibles (para el necrófilo). Puede ser ocasional, cuando alguien muy desesperado coincide con un cadáver que le atrae y hace lo que puede con él. Es sádica cuando la previa es matar al oponente, para copular post-mortem con su cuerpo.
Los casos de necrofilia, ampliamente descritos por los expertos en medicina legal, incluyen copulaciones con cadáveres de niños de pocos meses, hasta ancianos o ancianas de más de setenta años de edad. El trágico "violador de Lesseps" en Barcelona (1999) violentó, mató y copuló con varias ancianas de más de 85 años. La última de ellas a los dos días de salir de la cárcel por buena conducta, tras haber pasado unos doce años en ella por travesuras idénticas.
Existe una "necrofilia de guerra" entre los pueblos primitivos. La violación de las mujeres muertas, o de hombres, sería una actividad trivial entre ciertas tribus nómadas del norte de África en tiempos antiguos. Claro que, más recientemente, se han visto cosas muy similares en las guerras de los Balcanes europeos, y, probablemente, en cualquier guerra. Entre los Kimbamba de África está permitido que el novio, si se le muere la novia durante la boda, copule con el cadáver para celebrar como Dios manda la fiesta nupcial; las canciones indígenas aluden alborozadas a gozosos embarazos después de la muerte.
¿Cómo es que los pervertidos necrofílicos hallan apetitoso un cadáver?
Veamos: los cadáveres presentan tres características poso golosas:
1. La frialdad.
2. La inmovilidad.
3. El mal olor.
La primera de ellas no siempre es despreciada. Un comisario de policía español al que oí por la radio, decía que uno de sus recalcitrantes necrófilos, al ser preguntado por el tema, respondía: "Usted no sabe, señor comisario, lo excitante que es la dulce frialdad de la muerte". El comisario aseguraba que ni sabía, ni sabría nunca.
Estas condiciones son las que excitan a algunos degenerados, lo que les convertiría en algo así como fetichistas, o masoquistas- fetichistas.
Algunos necrófilos se aparean únicamente con partes del cadáver que, previamente, disecan. Un vagabundo madrileño, en 1999, fue detenido tras haberse cargado unos cuantos colegas del mismo sexo. Unas partes se las comía, por ejemplo, los genitales, mientras que las cabezas las guardaba para copular oralmente introduciendo su pene por las bocas del patético despojo hasta que la podedumbre le aconsejaba tirarlas al contenedor de basura. Cuando, detenido, se le preguntó por sus motivos para el canibalismo, dijo en tono exculpante: "Lo hice porque tenía hambre". Por lo visto, también iba algo salido.
El carnicero de Rostov, ajusticiado en la década de los 90 en Rusia tras diecisiete años de tareas y 50 muertos entre niños y niñas, se masturbaba mientras estrangulaba o acuchillaba a sus víctimas, y llegaba al orgasmo en el momento en que éstas exhalaban el último suspiro. El muy degenerado cortaba algunas partes de sus cuerpos, sobre todo los genitales, que después deglutía en bocadillos.
El Dr. Hannibal Lecter, el interesante protagonista de "El silencio de los corderos" no es un necrófilo propiamente dicho sino un sádico de la peor especie, que goza deglutiendo pedazos de sus víctimas mientras éstas están aún vivas y tienen que mirarle mientras él se dedica a tan reprobable menester.

No comments: